No es novedad que los obispos se opongan a la eutanasia (novedad sería lo contrario: novedad y hasta preocupación), pero sí que tergiversen la ley, la cual rechazan por considerar que “regula un homicidio”, según Luis Argüello, portavoz episcopal. Ciertamente, ni siquiera la tergiversación es novedad, pues ya ocurre con el aborto, considerado asesinato. En cualquier caso, se trata de justificar el rechazo, pues los obispos saben (ellos mejor que nadie) que Dios suele aplicar a los hombres la misma doctrina que Europa suele aplicar a España: “asunto interno” (dicho por Dios, “asunto humano”, o sea, cosa vuestra). Y, en este caso concreto, la consideración de homicidio permite además apelar a la objeción de conciencia, de manera que el personal sanitario pueda acogerse a ella a la hora y en la hora de practicarla, negándose a hacerlo por entender que es homicidio, es decir, porque así se lo da a entender su fe después de que así lo hayan entendido sus obispos.

Sin embargo, la elección de homicidio para rechazar la ley revela que el rechazo no parece ser por motivos religiosos, en el sentido de ser un acto que contraviene a Dios. De ser por motivos religiosos, a los obispos les habría bastado con el suicidio, que al fin y al cabo es lo que realmente es la eutanasia y cuya ejecución es asimismo una conducta o comportamiento que va contra la ley de Dios. Pero el suicidio solo implica al suicida, por lo que cualquier responsabilidad, en el supuesto de que la hubiera, solo podría atribuirse a Dios, pues tal habría sido su voluntad, que lo habría llamado a su lado para evitarle este valle de lágrimas, etc. El homicidio, en cambio, por su propia naturaleza, acusa, incrimina, pues necesita un homicida.

No es preciso seguir.

Lo que importa es que en este y otros asuntos hay que abandonar las generalizaciones, tipo “la Iglesia se opone”, “los católicos se oponen”, e ir nombrando a los interesados por su nombre: “los obispos se oponen”, “los obispos rechazan”, así, particularizando, porque no todos los miembros de la Iglesia están en contra de la eutanasia, por ejemplo, ni tampoco todos los católicos. En este caso, lo están los obispos. Y en concreto, los obispos españoles.

*Funcionario