Lo del cierre del pequeño comercio no acabo de entenderlo. No trato de simpatizar con nadie ni de pecar de oportunista ahora con las protestas puestas en marcha cacerola en mano, pero sinceramente tengo serias dudas sobre la decisión de decretar el cierre de las pequeñas tiendas en Extremadura. Puede que salir de compras se haya convertido en un tipo de ocio que conviene eliminar con la pandemia; puede que antes que discriminar entre grandes superficies y pequeño comercio se haya decidido generalizar obligando a todo el mundo para que no existan agravios. Pero lo cierto es que en este tipo de establecimientos se aplican todas las medidas de seguridad habidas y por haber, se limitan los aforos hasta el punto de tener que esperar en la calle a que salga un cliente para que entre otro, y nunca han sido foco de contagios, ni en pueblos ni en ciudades, que se haya oído. Ni en la primera, ni en la segunda, ni ahora en la tercera ola.

Comprendo la desesperación de las autoridades sanitarias cuando ven los datos diarios de positivos, los ingresos hospitalarios y los muertos. Máxime si se tiene en consideración que, a pesar de los consejos y las restricciones, la incidencia de casos de coronavirus a 7 y 14 días sigue en alza hasta el punto de superar al resto de comunidades autónomas de este país. Pero de ahí a coger por la calle de en medio cerrándolo todo menos la alimentación y otras cosas que se consideran básicas como la telefonía, los gimnasios o las peluquerías entiendo que es cuestionable a no ser que exista alguna causa o razón que se me escape y que no nos estén contando.

Siempre he defendido lo complicado que es lidiar entre salud y economía, y mejor limitar actividades que el confinamiento puro y duro que vivimos en marzo. Pero es que en Cataluña o en Baleares, por ejemplo, se ha optado por cerrar las grandes superficies de más de 400 metros cuadrados y se ha dejado al pequeño comercio abierto con restricciones de aforo. No creo que el índice de contagios que se atribuye al Black Friday y al puente de la Constitución esté relacionado con las compras en los comercios de esos 24 municipios donde se están aplicando medidas restrictivas.

La crisis que nos acecha desde marzo pasado está arruinando a decenas de familias. La gente está, como dicen en Extremadura, a la cuarta pregunta. Y un cierre así a cal y canto supone la puntilla en sus maltrechas economías. Hay que tener en cuenta que el pequeño comercio textil, por ejemplo, apuesta buena parte de su negocio a la campaña de navidad y de rebajas. Y si la navidad no ha sido mala sino peor, ahora encima sin rebajas. El negocio ‘on line’ se lo va a llevar todo y con él muchas pequeñas tiendas tendrán que echar el cierre definitivo. No quisiera entrar en demagogia, pero si la multiplicación de casos de covid ha venido de la mano de las fiestas irresponsables de unos pocos ¿por qué el pequeño comercio tiene que pagar los platos rotos? Creo que nos falta mano dura. Ir contra quien no cumpla las medidas de restricción y llevarlos ante el juez. Porque la sociedad, también en general, somos demasiado permisivos. No se trata de ser el policía del vecino, pero tampoco mirar para otro lado cuando vemos a alguien cometiendo una imprudencia.

El comercio se ha hartado de ser el patito feo y hoy saldrá a la calle a protestar con una gran manifestación en Mérida. Haría bien la administración de sentarse a hablar y plantear las posibilidades que existen; hacer un marco de seguridad que les permita abrir sin riesgo y quien no cumpla que sea castigado. Así hasta que salgamos de esta con la susodicha vacuna, cuando la pongan a más gente claro, que esa es otra y da para otro artículo.