Al principio era la temporada de verano, las vacaciones, el descanso estival. Eso constituía toda la prioridad. Que nos dejaran irnos unos días a la playa.

Después fue la Navidad. Hay que salvar la Navidad. Hace ya más de un mes que pasó, y sigo sin saber muy bien qué significaba. ¿Salvar el gasto consumista, salvar las cañas con amigos (con poquitos, eso sí), salvar un par de cenas familiares? Claro, luego vino la hostia padre. Quien no supiera que vendría, es que no vive en este mundo. Y con ella, el cierre de negocios a los que se supone que había ayudado ese «salvar la Navidad», la prohibición de actos culturales en buena parte de los municipios, los confinamientos perimetrados, los toques de queda tempraneros, la creación de hospitales de campaña y muchas, demasiadas muertes.

El otro día ya oí a algún tertuliano o político (no sé, a veces no los distingo bien) hablar de salvar la Semana Santa. ¿De verdad es eso lo que nos preocupa? A mí me sigue dejando estupefacta que tenga que morir alguien muy cercano para que muchos despierten. Mientras eso no pase, siguen actuando como si no fuera con ellos. Salvo en el tema de las vacunas, claro. Ahí se ve el individualismo que tenemos como sociedad, que ni somos sociedad ni somos nada. Es el sálvese quien pueda, que es incongruente y ruin cuando se trata de los servidores públicos. Servidores públicos que se postularon para eso, para servir al resto, aprovechan ahora su posición privilegiada a fin de salvar el propio culo. Es indecente e inmoral, y sin embargo sabemos que muchos lo hacen y que otros muchos lo harían si estuvieran en su lugar.

Ellos son los que más reprobación merecen, porque nos engañan cuando dicen que van a mirar por todos nosotros para después ponerse los primeros de la lista, ya sea saltándose las normas, ya sea adaptando estas a su medida tal como el traje que les hace su sastre particular. ¿Pero qué hay del resto de nosotros? Resulta que actuamos igual, a pequeña y a gran escala. Porque en la lucha encarnizada a nivel internacional por acaparar vacunas prima la ley del más fuerte, aderezada con todo tipo de estrategias intrigantes.

De los 64 millones de vacunas administradas en el mundo, en África solo se han puesto 18.000. El 0,03%. Para mil trescientos millones de personas de un continente compuesto por cincuenta y cuatro países. Entre Europa y Norteamérica suman mil ciento veinte millones de personas yaquí se han distribuido el 60% del total de esas vacunas. El 60% para los países con dinero, el 0,03% para los que no lo tienen. Y eso después de que la OMS se haya visto obligada a intervenir, porque a mediados de este mes solo se habían puesto 25, sí, leen bien, sin ceros ni nada, 25 vacunas en toda África. Somos peor que egoístas. Somos acaparadores y mezquinos hasta el extremo. Porque allí también hay ancianos que no merecen morir de esa forma, también hay personal sanitario dejándose la piel para salvar a sus semejantes y también hay personas con diabetes, cáncer, afecciones cardiacas, renales o neurológicas, asma o VIH. Mucho VIH. Súmenle otras enfermedades como la malaria o la tuberculosis, la desnutrición infantil y las crisis humanitarias que ya llevan a las espaldas junto a la escasez de servicios sanitarios, y la ecuación es clara: prácticamente toda la población deviene en vulnerable.

Pero todos ellos irán detrás en las vacunaciones, muy por detrás de personas perfectamente sanas de este otro lado de las fronteras. Luego dicen que este virus nos iguala. Y un cuerno. Nos desiguala de la forma más brutal que existe. Digámoslo con más claridad: en realidad no lo hace el virus, lo hace el sistema inhumano y cruel sobre el que hemos asentado los cimientos de nuestra sociedad. Porque de esas pocas vacunas que llegan, una parte lo hace a través de acuerdos de los países con los fabricantes, para los cuales tienen que endeudarse primero con grandes financieras privadas que les pondrán el pie en el cuello y les empobrecerán aún más, y tendrán aún menos oportunidades, y la brecha se hará más y más feroz.

Sin embargo, todos estos son números que uno no retiene ni medio minuto, y que a duras penas se muestran en las noticias. Porque las noticias se generan a partir de lo que los medios de comunicación saben que nos interesa, y lo que nos interesa es salvar nuestro culo, seamos políticos o simples ciudadanos de a pie.

*Escritora