Este año no he sentido la curiosidad de saber cómo transcurrió el día de la marmota, desconozco si ese animal tan simpático y dormilón vio su sombra o no al salir de la madriguera, a esta misma hora ni siquiera sé si se ha celebrado, os reconozco que tampoco lo he buscado. No es que cada año determinase mis planes primaverales en función de su dictamen, respeto todas las creencias, faltaría más, pero presa de la cultura más televisiva de la infancia, el día de la marmota era un pequeño gesto de que todo seguía y será igual, todo seguía su curso. Supongo que bajo esa misma lógica debería haberme refugiado en esa pequeña curiosidad tradicional de cada dos de febrero para encontrar un poco de esa normalidad, de esa aburrida y agotadora repetición de acciones que se petrifican en el tiempo, de esa tan ansiada repetición de algo tal y cómo se reproduce; pero quizá, ha sido el subconsciente preso de tanto sobresalto, no quiso descubrir si en este año, el animal no quiso salir y ¡qué sería de la primavera!

Y cuando todo parecía que nada se comportaba igual, cuando no sabemos si abrir los ojos ante alguna fecha conmemorativa, los que nos hicieron pasar un día tras otro un día de la marmota perpetuo obligándonos a hablar siempre de lo mismo, guiándonos con una luz amarilla tras su egocentrismo más salvaje y primitivo, lo volvieron a hacer: los nacionalistas volvieron a lo suyo. Eso, a lo de siempre, a lo suyo y a por lo suyo, y hablando de lo suyo, y soluciones para lo suyo…

Ante una cita electoral en estas circunstancias cabría esperar que la unidad estuviese recogida en objetivos y retos para combatir al virus, en el refuerzo de la sanidad, de la educación, de los servicios públicos, en el sostenimiento del tejido productivo, en el apoyo de los sectores económicos más dañados por la pandemia, por las ayudas sociales, por las oportunidades de desarrollo que implican los fondos europeos, por… tantas y tantas cosas por las que merece la pena trabajar y aunar voluntades… pero nada más lejos de la realidad Junts per Catalunya, Esquerra Republicana (ERC), la CUP, el PDeCAT y Primàries no consideran nada de esto ni prioritario, ni necesario, para qué, si lo verdaderamente importante es unirse para subscribir un acuerdo días antes de que la democracia se posicione y elija libremente cuál será su opción, el nacionalismo, ejerciendo su soberanismo característico, ha acordado señalar con el dedo y anunciara quién no quiere, con quién no hablará, quién no merece ningún aprecio, porque eso es lo verdaderamente importante: no quieren un candidato socialista, no quieren como Presidente de la Generalitat a Salvador Illa.

Entiendo y comprendo que cuando uno representa la solidaridad, la Constitución española, el diálogo y la buena gestión en un Estado democrático y plural, cuando uno piensa en los problemas reales y busca con entereza las soluciones pese a las dificultades, cuando no es la pompa ni la comodidad lo que le impulsa sino entender la política como baluarte de los servicios públicos y su herramienta de transformación social, hace que tengas enfrente a los que representan, son y mantienen lo contrario.

El domingo, ojalá, el voto y la democracia nos pronostique cuándo empezará la primavera en Cataluña. A veces, los nombres de algunas personas más que nombres propios parecen adjetivos calificativos.

*Filóloga y diputada del PSOE