No cesan de aparecer en la prensa escrita y en los diferentes noticieros de las distintas cadenas de televisión y radio, desagradables e increíbles noticias de jóvenes adolescentes que se citan para pegarse y grabarlo todo con sus móviles para subirlo y compartirlo, inmediatamente después, a las redes sociales.

Se han grabado y subido a las redes muy recientemente cuatro peleas en Torrejón de Ardoz, Madrid, donde aparecen jóvenes que se agreden brutalmente, se dan patadas y se tiran de los pelos, propinándose además severos puñetazos, y el móvil de tal trifulca es el propio móvil de algunos de los que asisten a la pelea, que son los que se encargan de dejar constancia, en imágenes grabadas, de tan macabro espectáculo.

A la salida del instituto están ya las peleas pactadas, incluso se refieren a ellas entre sí con nombres, por ejemplo, la 6x6, en que dos grupos de seis adolescentes cada uno, de edades comprendidas entre los 12 y los 16 años, se golpean a la voz insistente de otros que los alientan para que la pelea sea aún más violenta. Puede ser en el barrio de Irala, en Bilbao, recientemente, o en Lugo, o en cualquier parte donde a un grupo de jóvenes se le ocurre la feliz idea de dedicarse a quedar con los compañeros para «dialogar» a mamporro limpio, siguiendo las costumbres arcaicas de las antiguas peleas de gallos, para atizarse de lo lindo, mientras todos disfrutan del espectáculo.

Hay, a veces, alguien con un poco de sentido común, que intenta separar a los encendidos contendientes encelados, pero inmediatamente irrumpen de entre el público quienes empujan y apartan, violentamente, a quien quiera abortar la pelea. Para los asistentes a ésta, cada vez, más habitual forma de reunión de jóvenes, no vale sólo con decir que se ha estado allí y contar lo que se ha visto. Se tiene que corroborar todo y demostrar lo que ha pasado con las imágenes que se captan en los móviles, porque si no se graba, no vale.

Además de disfrutar viendo cómo se pegan sus compañeros y deleitarse grabándolos, el verdadero premio y éxito por tal hazaña, son los «likes» que se consiguen cuando, al compartirlo en las redes, otros energúmenos pulsan la tecla de «Me gusta». Pero siempre olvidan, al compartir en la Red, que ésta se convierte en un monstruo sin cabeza, pero con infinitos tentáculos incontrolables e incontrolados que distribuyen las imágenes por el mundo entero sin control alguno.

También en Arganda del Rey, chicos y chicas organizan peleas de menores que luego comparten a través de Instagram para conseguir ser famosos y llenar sus mochilas con más «likes», más fans y más seguidores. En los aledaños del centro de la ciudad de Linares, provincia de Jaén, un joven que creía que iba a encontrarse con una amiga, fue abordado por otro grupo, que le propinó una brutal paliza de la que tuvo que recuperarse en el hospital. Parece ser que el principal objetivo era grabar la cara de asombro que el chaval mostraba al no encontrar a la «falsa amiga» y la posterior paliza que, sin ton ni son, le aguardaba.

Mientras, como mandan los cánones, las empresas de telefonía no se cansan de sacar cada año móviles cada vez más sofisticados. Lo mismo que pasaba con las maquinillas de afeitar, que empezaron con una hoja y creo que ya van por siete, los portátiles ya no valen con una cámara sólo y los últimos modellos traen hasta cuatro mientras preparan ya los de cinco. Por eso, el reto de los padres y educadores es intentar hacer ver a esta juventud colgada de continuo en las redes, que hay que bajar con más frecuencia al mundo real y que los cambios y sofisticación en las nuevas tecnologías deben ser utilizados para algo más que conseguir unos «likes» que les proporcionan una fama ridícula y efímera.

Cuando veo esos corros de jóvenes que vocean y animan a pegarse a otros, siento que pierden su dignidad como personas, y me recuerdan aquellas peleas de las viejas películas del lejano Oeste, donde lo único que les diferencia es que allí se pegaban y atizaban por un puñado de dólares, y aquí lo hacen por un miserable puñado de «Likes».

*Ex director del IES Ágora de Cáceres.