En varias ocasiones he resaltado el valor de la labor que, durante su bienio al frente de la Editora Regional de Extremadura, realizó Eduardo Moga. Aparte de mantener abiertas las puertas de la editorial con el único requisito de la calidad, invitó ocasionalmente a autores de prestigio a que escribieran sobre Extremadura. Este fue el caso de Andreu Navarra (Barcelona, 1981), prolífico investigador que hace poco publicó en Tusquets una biografía de Eugenio D’Ors y que, a raíz de su exitoso Devaluación continua.

Informe urgente sobre alumnos y profesores de secundaria (2019), colabora asiduamente sobre cuestiones educativas en diversos medios. Moga propuso a Navarra que escribiera el libro que acabó titulándose Piedra y pasión: los viajes extremeños de Miguel de Unamuno (Editora Regional, 2019). Para documentarse, Andreu estuvo en Badajoz y en Cáceres, donde por cierto yo mismo le serví de guía, llevándolo al casco antiguo, a comer al Racó de Sanguino o a la Librería Boxoyo (a la que incluye en los agradecimientos; normal, se llevó un buen zurrón de libros).

El libro se divide en tres partes. En la primera, «Perfiles extremeños», se demuestra que Unamuno, pese a sus famosos comentarios negativos de su viaje a Trujillo, donde criticaba la vagancia e ignorancia de los señoritos que se pasaban la vida jugando a las cartas, por otra parte amó el paisaje de Extremadura, del que decía que «en el seno de ella se esconden valles que superan en verdor, en frescor y en hermosura a los más celebrados del litoral cantábrico». En los muchos viajes que hizo a Extremadura, y que reflejó sobre todo en Por tierras de Portugal y España (1911) y Andanzas y visiones españolas (1922), Unamuno mezclaba el placer con el deber, pues la provincia de Cáceres caía, académicamente, bajo la jurisdicción salmantina. Navarra resalta esta vertiente de «funcionario del Estado que debe velar por la red educativa» y que lo llevó a relacionarse con los miembros más activos de un «regionalismo burgués extremeño» que Navarra pone en valor, y que tenía como núcleo la ciudad de Badajoz, donde se editaban periódicos como Coalición. Periódico republicano progresista, el Diario de Badajoz, Heraldo de Badajoz, el Liberal Extremeño, o Extremadura. Periódico Regionalista. En otras ciudades estaban El Noticiero Emeritense o La Lid Católica, «periódico ultrarreaccionario que se publicaba en Villanueva de la Serena», todas publicaciones de interés, que Navarra deplora que estén «totalmente ausentes» de las bibliografías sobre regeneracionismo. Como resume con hermosa fórmula el filólogo catalán, «Extremadura se buscaba a sí misma cuando Unamuno llegó a ella buscando a la España esencial y, de paso, buscándose también un poco a sí mismo». En esa búsqueda le ayudó el pensador cacereño Urbano González Serrano, con el que Unamuno mantuvo una intensa correspondencia.

La segunda parte, «Unamuno en las Hurdes», cuenta sus viajes a esa comarca que se ha mitificado como epítome de la pobreza. Las ideas de Unamuno sobre los hurdanos eran poco realistas, idealizándolos como románticos que vivían al margen del Estado, cuando lo que necesitaban era precisamente una mayor intervención del mismo en infraestructuras y educación. La tasa de analfabetismo en la provincia de Cáceres era del 66 % y aún más elevada en comarcas como las Hurdes.

La tercera parte, «Unamuno en Mérida», trata del estreno de Medea, tragedia de Séneca versionada por Unamuno, que en 1933 inauguró el uso del Teatro Romano, y que contó con Margarita Xirgu y Enrique Borrás, los dos mejores actores españoles de la época. El evento, que supuso el mayor hito en la historia cultural de Mérida, fue ridiculizado por la derecha y calificado de despilfarro. Nada nuevo bajo el sol.

* Escritor