Hoy me llegó tu carta y reconocí la letra antes de leer el remite del sobre. Son muchos años de ver esa T o esa Z tan características; ya en el colegio sacabas la lengua un poco de medio lado para equilibrar quizás el ángulo perfecto que querías darles. Te recuerdo como si fuera ayer, las dos con el babi de cuadritos y las coletas tirantes hasta casi parecer orientales. Mi pelo nunca consiguió quedarse ordenado más allá del primer recreo, el tuyo seguía impecable cuando nos despedíamos al volver a casa.

La carta de hoy es uno más de los ritos que seguimos empeñadas en mantener a pesar de las tecnologías y las parrafadas telefónicas, quizás porque sobre el papel se ha ido asentando la vida que hemos visto pasar, como si la letra escrita diera fe notarial del tiempo y sus cambios.

Te he encontrado triste y desanimada. La ciudad que elegiste se ha convertido en silencio y persianas que no terminan de levantarse, y cada día te cuesta más confiar en que las cosas cambien. No te quedan muchas ganas, dices, y tu ilusión se limita a pensar simplemente en cómo pagar autónomos y el alquiler de este mes en el que no has facturado nada. No hay más horizonte que el día a día ni más deseo que seguir a flote, ya no ves las noticias, me cuentas, porque te hierve la sangre con tanta palabra y tan pocas soluciones reales, y a veces piensas en dejarlo todo y marcharte, aunque no sabes dónde ni a qué.

Después, como siempre has hecho, te recompones y empiezas a desgranar ideas, pequeños parches para seguir un poco más, para no rendirte. Ya sabes que estoy aquí y que cuentas con muchas personas, amigos, familia, aunque hayas perdido la fe en quienes nos dirigen, me dices.

Y a mí se me ha quedado un agujero entre las costillas, como un vacío enorme en el que caben tu pena y el miedo de miles de personas que no saben qué va a ser de sus vidas en una semana, un mes o un año. Personas que se sienten abandonadas a su suerte, dejadas atrás en esta carrera a ninguna parte en la que todo lo que no sea vacunar y reconstruir no tiene sentido. Ni promesas ni planes ambiciosos. Que nos devuelvan la vida que teníamos, pides. Sin regalos ni extras; de adornarla y mejorarla ya nos encargaremos cada uno.

Seguro que hay miles de cartas como la tuya que podrían escribirse con miles de vidas en suspenso. Y no hay sellos suficientes para tanta incertidumbre.

*Periodista