La película ‘Goodbye, Lenin’ narra la historia de Christiane, una militante a ultranza del socialismo que pasa ocho meses en coma y, cuando se despierta, ha de enfrentarse a un nuevo paradigma marcado por la Caída del Muro de Berlín y del triunfo del -para ella- odioso capitalismo.

Muchas veces he fantaseado con la trama de esta historia (el desconocimiento forzoso, por culpa de un coma, de lo que está ocurriendo en el mundo) y me he preguntado qué pasaría si… Por ejemplo, ¿qué pasaría si hubiera entrado en coma hace cuarenta años, cuando Tejero irrumpía en el Congreso de los Diputados, y despertara ahora quelos periódicos nos recuerdan tan infausto momento?

¿Cuánto ha cambiado España en estas cuatro décadas? Políticamente, no demasiado. Tenemos el mismo perro con distinto collar. Vivimos al amparo de la Unión Europea y tecnológicamente nos hemos vuelto muy sofisticados, pero a poco que nos dejen solos seguimos peleando cual rinocerontes en celo, desintegrándonos entre algaradas callejeras (valga la excusa de Hasél como pulpo de compañía), debates airados sobre la unidad de España o en infinidad de confrontaciones musculadas yartificiosas entre los de un bando y los del otro.

El día en que Tejero perpetró su chusco golpe de Estado, yo no estaba en coma, sino en el colegio. En aquellos días se respiraba en el ambiente una tensión incluso peor que la de ahora, y era habitual ver en la calle (el foso de gladiadores de Twitter aún no se había inventado) encontronazos violentos entre “los rojos” y “los azules”. De aquella democracia en pañales hemos pasado a una “caoscracia” en la que casi todo está permitido.

No parece que la silueta de esta España invertebrada vaya a cambiar mucho, ni aunque despertáramos tras un coma de cien años. Seguiremos, porque ese es nuestro destino, inmersos ad infinitumen luchas cainitas contra nosotros mismos. Antes muertos que sencillos.

*Escritor