Ojalá fuera un mal sueño pero, por desgracia, no lo es. El lunes pasado murió Consuelo Rodríguez Píriz, diputada del Grupo Parlamentario Popular de la Asamblea. Ella, la gran luchadora que triunfó en tantas contiendas, perdió esta batalla contra el coronavirus como tantos otros. Madrugó la muerte, como si de un poema de Miguel Hernández se tratara, y a las cuatro de la mañana nos dejó.

Quién la conoció seguro que estará de acuerdo en que fue ejemplo de resistencia ante la adversidad; porque la vida le había puesto a prueba muchas veces, pero ella las superó todas con su fortaleza y carácter positivo. Y en ese camino que recorrió, a veces duro, no se traslucía en su sonrisa ni el sufrimiento o la pena, más bien fue un soporte emocional de muchos y buena consejera de tantos. Así la hemos recordado estos días sus compañeros y amigos.

Se me viene a la cabeza una palabra que, seguramente no existe, pero ¡qué bien la define! Vitalísima. Disfrutaba de la vida porque estaba en su naturaleza (en sí misma era una fuerza de la naturaleza). Quien haya compartido con ella, aunque solo fuera un momento, no lo duden, se fue contagiado de su alegría.

Pero aún hay más, porque no solo fue una gran persona, también puso seriedad y esfuerzo en su trabajo; en su labor en el Ayuntamiento de Badajoz o en sus responsabilidades en la Asamblea de Extremadura, como vicepresidenta y como diputada. Ella impulsó la cultura en ambas instituciones, para luego dedicarse, con toda su energía, a lo social. Y por eso, sin ella saberlo, entre las coronas y los ramos de flores, la acompañaban en este último viaje los mensajes de cariño y admiración de la gente a la que dedicó tantas horas de trabajo y para la que siempre tuvo una sensibilidad especial y una empatía que iban más allá de lo profesional; ponía el alma en esa lucha por la mejora de los Servicios Sociales, por eso, las asociaciones y colectivos se lo han reconocido y lo han querido plasmar con tantas palabras de afecto.

Yo siempre la recordaré aquel día en el que, desde la tribuna -¡cómo nos inspiraste, Consuelo! -improvisando en su discurso, reivindicó los logros de tantas mujeres en la lucha por la igualdad. ¡A ella le iban a venir con postureos! Lo hizo desde el sentido común y la experiencia de tantos años trabajando, lo hizo con una pasión que no olvidaremos.

Ahora muchos nos hemos quedado huérfanos de su alegría, de su fuerza, de sus consejos. Ahora nos hemos quedado sin Consuelo.

*Ingeniero técnico agrícola y diputada del PP