Le cuesta trabajo a mi pluma permitir fluir la tinta para dejar perfilado azul sobre blanco, el nombre de un último estafador que se asomó a las pantallas de televisión, aprovechando la audiencia de los medios, a pedir ayuda para curarse de un terrible cáncer que padecía. Como si de una película se tratara, preparaba cuidadosamente junto a otros satélites, ayudantes de producción, la película que luego estrenaría en todos los canales televisivos para que llegara a cuanto más público mejor.

Como un gran actor, se aprendió su papel a la perfección: había que suscitar lástima a todo el que pudiera verle y oírle. La voz de pena ya la había ensayado previamente varias veces y, en cuanto al aspecto, aprendió, como gran maquillador, a enmascarar su rostro, aplicándose cremas que conferían a su cara un aspecto enfermizo. El argumento principal se basaba en tener que viajar a Estados Unidos para poder salvarse de los dos mil tumores que padecía.

Sacó un buen partido a una enfermedad rara, que supuestamente padecía, conocida como el síndrome de Cowden, que provoca la aparición de tumores benignos que no ponían en peligro su vida. Pero él, interpretando magistralmente su papel, aparecía postrado en una cama, con gomas por la nariz y la boca, pidiendo y rogando ingresos en una cuenta bancaria.

Durante más de siete años estuvo promocionando su gran película, convenciendo y engañando a muchos profesionales de los medios que le brindaban la oportunidad de llegar a muchas personas, que acababan creyéndose, a pie juntillas, el papelón que este gran actor interpretaba. Además de una pensión, según se afirma, de la propia Seguridad Social, muchos escritores, chefs, cantantes, presentadores, humoristas y gente del espectáculo en general, además de muchas personas anónimas se apresuraron a ayudar económicamente a este gran maestro de la interpretación. Afortunadamente para él, la mezquindad de este ruin, avaro y repulsivo miserable topaba siempre con la bondad absoluta de otras personas a las que les hiere el dolor de los demás. A ésos que son capaces de desprenderse de lo que tienen para ayudar a otros que se enfrentan a dificultades graves en la vida.

Este innoble, monstruoso, nauseabundo, repelente e inmundo personaje se valió de la mentira para mofarse y reírse de la generosidad desinteresada de la gente buena y bondadosa. Su pequeño, diminuto, exiguo, escaso y menguado cerebro no llegará nunca a comprender la grandeza de la inmensa gratitud de los que le ayudaron, con sólo escucharle y observar su despreciable careto maquillado. Pero fue el montaje de su propia película fraudulenta e inventada, lo que desenmascaró, al final, a tan ingrato, desagradecido y horrendo actor. Fueron las «tomas falsas» de la película las que, paradójicamente, sacaron a la luz «la verdad» de toda la mentira que este horroroso, asqueroso y descastado egoísta había construido.

Intento hacer esfuerzos para que me inspire, a pesar de todo, un poco de pena, pero le miro a su afilada cara y me recuerda a un personaje de esos de Charles Dickens y a las máscaras de afiladas narices que se lucen en los carnavales de Venecia, que eran originalmente utilizadas por los médicos que atendían a pacientes con peste, y,para evitar el contagio y no tener que oler el hedor de los muertos, las llenaban con pañuelos y hierbas aromáticas.

Ahora, después de haberse librado de la pena de cárcel y tener que devolver sólo 30.000 euros de los casi 300.000 que estafó, posiblemente esté grabando nuevas tomas falsas, hinchándose a reír, como vil mezquino, de la bondad de la justicia.

Guardando, humildemente, la infinita distancia que me separa de mi admirado Miguel de Cervantes, que no quería acordarse del nombre de aquel lugar de la Mancha, yo tampoco quiero acordarme del nombre de tan repugnante malandrín. Me refiero a él como el timador de los tumores. Seguro que así lo encontráis en internet.

*Ex director del IES Ágora de Cáceres