Me llama la atención que el gran periodista y escritor estadounidense Gay Talese sea tan poco leído en nuestro país, o al menos así me lo parece. Soy el primero en entonar el mea culpa: no había leído nada suyo hasta que hace unos días cayó en mis manos la crónica “Frank Sinatra está resfriado”, señuelo más que suficiente para que me haya prometido adentrarme en el resto de su obra.

Talese parte en este texto con una ventaja nada despreciable: un personaje real de dimensión mundial, nada más ni menos que Frank Sinatra, un tipo novelable dentro y fuera del escenario. Y eso es lo que hace Talese con brillantez: glosar desde dentro el día a día de un Sinatra que está de malhumor por culpa de un resfriado. Esta circunstancia, a priori banal, supone un gran problema para un hombre a quien la vida parece habérselo dado todo. El Sinatra resfriado anula al Sinatra luminoso, ese hombre a quien pomposamente -pero con toda justicia- se le apodó “La Voz”.

La narración tiene su propia intrahistoria: Talese viajó a Los Ángeles en 1965 para escribir un reportaje sobre el cantante para la revista Esquire. Lo que en un principio se presuponía algo sencillo, acabó convirtiéndose en un calvario, pues el cantante y su séquito le dieron desplante al periodista una y otra vez. Pero, haciendo de la necesidad una virtud, Talese decidió quedarse tres meses en su entorno y entrevistar a todos aquellos que tuvieran relación con él.

El resultado es un libro sencillamente delicioso, una obra de arte del nuevo periodismo (a la manera de Truman Capote), lo que viene llamándose literatura de no ficción. En Frank Sinatra está resfriado nos asomamos a ese dios humano que,con sus luces y sombras, encarnaba Sinatra, siempre rodeado de empleados, admiradores y mujeres hermosas.

Ahora que todo el planeta parece resfriado, leer a Talese es un lujo que no deberíamos dejar pasar por alto.