Qué buenos son que nos llevan a vacunar, dice la canción, eso sí, los viernes, que no estamos para efectos secundarios, y si se pone malo, hágalo en su tiempo libre. Cansados de exigir una vacunación al colectivo docente, no por gusto innecesario, sino por justo y necesario, nos encontramos de la noche a la mañana, sin previo aviso, que las vacunas, la del mono, como se la empieza a llamar, la Astrazeneca, se va a empezar a administraren un, dos, tres, ya.

Bienvenida sea, es buena noticia, y es más, no me quejo de ello, habida cuenta de cómo anda el mercado internacional de vacunas y el riesgo de contagio al que estamos sometidos.

Sin embargo, cuando las decisiones se toman más con la política que con el sentido común, ocurre lo de siempre, que las prisas tornan las buenas intenciones en malas actuaciones, actuaciones que casi siempre sufre el trabajador.

El cómo, cuándo y dónde no ha sido comunicado, consensuado ni tratado con los legítimos representantes del profesorado, es decir, el conocimiento sobre calendario y condiciones es nulo. Parece y digo sólo parece por las notas de prensa y las referencias de los afectados, que las vacunaciones se realizarán en un solo punto por áreas de salud, aunque haya que desplazarse setenta kilómetros, pero eso sí, continuando con las clases presenciales y sin romper los grupos burbujas, como si tuviésemos el don de la ubicuidad.

Sólo a los que estén en activo en el momento de la citación, es decir, si te encuentras de baja, o ese día estás indispuesto, pues como quien fue a Sevilla, que perdió su silla, o al menos, insisto, eso parece o se desconoce. Los que sufren patologías para los que no está recomendada la vacuna a administrar también serán convocados, cuando ya en su día se solicitó por parte de los centros educativos informe de las mismas, pero bastará con comunicarlo en el momento, y si no te la puedes poner, pues te vuelves tan contento. Pero queda más, qué pasa con los docentes que se incorporen o cesen un día antes o después, y qué pasa con el colectivo mayor de 55 años, porque el vacunado no padece, pero contagia.

En fin, ya que hemos sido los primeros y únicos en meternos en espacios cerrados con más de veinte alumnos, y sin cita previa individual como el resto de instituciones, ya que los centros son tan seguros que no hay contagios, no había necesidad de hacer las cosas con tanta celeridad. Pienso, para los que crean me refiero a nuestra Administración Educativa, que la decisión ha sido exclusiva de sanidad, pero cuando se trata de colectivos de trabajadores, y en jornada laboral, no es sólo sanidad quien debe arbitrar las medidas, pues desconocen nuestra realidad.

Yo creo que se ha confundido la ‘inmunidad de rebaño’ con ‘vacunar a un rebaño’, se parece, pero no es lo mismo.

* Presidente de ANPE Cáceres