Pedro Sánchez se pirra por ocupar el puesto de S. M. el rey Felipe VI como jefe del Estado. El socialista no puede disimular su megalomanía, y ya ha demostrado que ni siquiera sabe respetar el lugar que el protocolo le confiere en los actos que comparte con el soberano. Mas lo cierto es que hasta el cargo de presidente le viene grande. Y no hay más que repasar su hoja de servicios para darse cuenta de ello. Y si su traje de presidente necesita remiendos, imagínense cómo le iría el uniforme de Capitán General de las Fuerzas Armadas. Eso sí, habrá que reconocerle, en unos años, que nadie como él vistió las galas de rey del paripé. Y en ese plano sí podrá sentirse investido con un cierto halo de realeza. Porque su majestad, don Pedro, no exageraría un ápice si se presentara como rey del simulacro. Como prueba de sus dotes, incluso podría exhibir un montón de recortes de prensa que avalan su protagonismo en asombrosos actos de simulación. Poco después de cambiar el colchón de la Moncloa, ordenó sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos. En una comparecencia solemne, vino a felicitarse por haber vencido al dictador y a todo lo que representaba, situándose como principal valedor de nuestra democracia. Obvió, sin embargo, un dato que, ante tamaña gesta, adquiría cierta relevancia: que, cuando a él se le ocurrió erigirse como paladín de las libertades, el dictador llevaba varias décadas reposando en un sepulcro, y que el muerto no ofreció resistencia durante el traslado al cementerio. Esta semana, por si a alguien se le había ocurrido olvidarse de su arrojo y pundonor, el presidente vino a sorprendernos con otra exhibición de coraje parecida a la de la mudanza del cadáver.

Mandó a una apisonadora a triturar un arsenal de armas que supuestamente pertenecieron a ETA. Si quería destruirlas, podría haberlas enviado directamente a una fundición, que es donde acabarán. Pero como había que montar un numerito para subirse al atril a presumir, lo de la apisonadora tenía más ‘punch’ mediático. Es verdad que meses antes del aplastamiento de revólveres y fusiles, Sánchez no tuvo empacho alguno a la hora de pactar con Bildu o de mostrar su pesar por el suicidio de un terrorista. Igualmente verídico es que ayer, horas después de lo de la apisonadora, se aprobó el traslado de 5 etarras a cárceles vascas. Pero también es cierto que esos hechos se perderán en la memoria. Y, sin embargo, la imagen de la apisonadora, como la del helicóptero fúnebre sobrevolando el cielo madrileño, permanecerán. De ahí el éxito de la estrategia de este tahúr que tenemos por presidente.

*Diplomado en Magisterio