La izquierda solo aplaude a la derecha cuando es timorata, acomplejada o cobardona. Cuando la derecha no pide perdón por existir, cuando demuestra iniciativa, cuando gestiona eficientemente los recursos públicos, cuando lidera el debate, cuando actúa con reflejos y valentía, cuando se presenta moderada en las formas y firme en la defensa de los principios, la izquierda política relampaguea, sus terminales mediáticas truenan, y sus hordas en la calle y las redes sacan las antorchas para prender hogueras y ejecutar linchamientos y campañas de acoso. La lideresa más pujante del centro derecha, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, viene sufriendo, política y personalmente, las consecuencias de no arredrarse frente a las embestidas izquierdistas que vienen produciéndose desde que se anunciara su candidatura a la Comunidad de Madrid en 2019. Desde que se convirtió en presidenta, la misma izquierda que enarbola la bandera del nuevo feminismo la ha tratado de ridiculizar, la ha zaherido y la ha insultado tachándola a menudo de “loca”.

Este comportamiento no es extraño en ellos y ellas, porque, para una parte de la izquierda y de ese feminismo de nuevo cuño que desprecia a las feministas clásicas, las únicas mujeres dignas de respeto son las que tienen un carnet político de izquierdas. Los ataques a Ayuso se han intensificado después de que, durante la pandemia, se haya presentado como la némesis perfecta de Sánchez, demostrando una sin igual capacidad de anticipación, fortaleza y dotes de mando. A la izquierda le escuece que la popular esté mostrando a los españoles que hay otro modo de hacer las cosas, exhibiendo los incuestionables éxitos del modelo liberal madrileño. Y el odio sarraceno que le tienen no hace más que crecer. Entre otras cosas porque ha demostrado que no se duerme en los laureles, que, ante la certidumbre de la traición y la proximidad del apuñalamiento, no hay que esperar a sentir el frío de la cuchilla rasgando la piel sino armarse y defenderse. El resultado de los comicios del 4 mayo se perfila aún incierto, pero, en cualquier caso, serán los ciudadanos quienes decidan. Las encuestas le son favorables. Y la actitud de sus rivales intentando impedir la celebración de las elecciones demuestra que temen el dictamen de las urnas. Si Ayuso sale victoriosa de este envite, podrá exhibir nuevos y brillantes galones. Será una de las figuras políticas del país con un presente y futuro más prometedores, aunque algunos sigan empeñándose en minusvalorarla. Con Aznar también lo hacían. Y miren adónde llegó aquel señor serio, formal y sin carisma.