Podría ser el título de un largometraje pero no lo es. Los 15 es el número de vehículos oficiales y de seguridad que uno tras otro abandonaron la Base Aérea de Talavera la Real, mi pueblo, acompañando a Sánchez en su visita express a Mérida. Los quince reflejan la diferencia entre la España real que está sufriendo las consecuencias de un virus que se llevó por delante ya a más de cien mil vidas en nuestro país, 2447 de ellas en Extremadura, con los que viven en las alturas de su superioridad moral ajenos a la realidad de quienes tienen que administrar.

Solo así, por la desconexión entre la realidad y la ficción, por la relajación moral de quien debería dar ejemplo a quienes gobierna, se entiende que te rodees de un séquito interminable de vehículos y personal de seguridad para enfrentarte a unos cencerros.

Porque lo que le esperaba en Mérida al peor Presidente de nuestra historia era una manifestación de agricultores con un arma letal en sus manos: cencerros.

No, no eran los jóvenes traviesos que desde el propio gobierno de España se justifican y hasta se disculpan mientras destrozan nuestras ciudades y se enfrentan a la Policía en auténticas batallas campales. No, no eran los delincuentes que en actos de auténtico terrorismo callejero destrozan el mobiliario y los negocios de cientos de autónomos y empresarios que ya no saben qué hacer para llegar a fin de mes. No, tampoco eran los sinvergüenzas que arrojaban adoquines contra la Policía defendiendo a otro delincuente condenado por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona.

No eran ninguno de ellos. Eran agricultores de nuestra tierra, gente peligrosa para este gobierno que no mereció ningún tuit de apoyo por parte de los partidos integrantes del Ejecutivo.

Eran gente de bien, agricultores de nuestra tierra, cencerro en mano, a los que alejaron unos 800 metros, hasta el Puente Romano mientras Sánchez posaba para los fotógrafos de Moncloa en un bucólico paseo por las orillas del Guadiana con un entregado a la causa Guillermo Fernández Vara.

Nadie fue a saludarlos, nadie fue a escucharles, nadie fue a interesarse por ellos. Ninguno de los quince coches del séquito presidencial se interesó por sus reivindicaciones ni tan siquiera se acercaron porque el cencerro, esta sí, debe ser un arma de destrucción masiva.

Vino a Extremadura el Emir de Moncloa y no se acercó a escuchar a la Extremadura real, no quiso saber nada de las reivindicaciones de nuestra PAC. Mucho hablar de la España vaciada pero cuando vas a la España vaciada llenas los álbumes de fotos insustanciales sin querer saber por qué se vacía. No quisieron saber nada de los problemas que la no negociación de la PAC va a traer a nuestros agricultores y ganaderos. De cómo el tabaco y una comarca entera está en vilo por una no negociación que los aboca a la desaparición. No le interesó escuchar lo que los agricultores tenían que decirle sobre la sentencia del cava que dinamita la política de entreguismo de su gobierno al lobby catalán.

Nada le interesó de nuestra tierra. Habló de fondos europeos que pasarán de largo de Extremadura y se volvió a Madrid, en Falcon, claro, porque si lo hiciera en vuelo regular solo podría hacerlo tres días a la semana.

La política real languidece y los políticos cada vez estamos peor vistos y a veces en nuestros debates histéricos nos preguntamos ¿por qué?. En Extremadura estas semanas tuvimos un ejemplo de por qué. De cómo se puede faltar al respeto al ciudadano de una forma tan soez y pensar que pueden seguir respetando lo que haces. De cómo se empatiza con delincuentes que atacan a la Policía , asaltan negocios, destrozan mobiliario urbano y escaparates y se aleja a ochocientos metros de ti a quien desde la decencia y la humildad intenta defender su forma de vida, esa que hace de nuestra región lo que es hoy en día.

Los quince no es el problema, es el síntoma. Enviar quince coches de Madrid a Badajoz para hacer contigo unos 90 kilómetros no es el problema real. Es el síntoma de un Presidente que vive aislado de la realidad , en un mundo de opulencia efímera que pagamos y sufrimos todos. El problema real es que el César va desnudo y seguro que en ese paseo junto al Guadiana o en ese Palacio de Congresos…nadie se lo dijo. Es lo que tiene la incomodidad de los maleteros, que nadie quiere repetir experiencia.

*Diputado del PP por Badajoz