Cuando un concepto se instala en el imaginario colectivo, ya poco importa su origen, significado y uso, porque el lenguaje tiene un enorme arrastre simbólico. A partir de ahí es muy difícil ayudar a reflexionar sobre él. Pero es obligado, desde una ética pública mínimamente exigente, cuestionar todo aquello que cumple una función política.

El concepto «fake news» es, para empezar, un neologismo innecesario. Significa «noticias falsas», una expresión perfectamente clara y comprensible. Lo que sí es necesario explicar, en primer lugar, es que su empleo es una moda a la que se le puede poner fecha: en 2017 el diccionario anglosajón Collins consideró «fake news» como «palabra del año» —«expresión del año», en rigor—, y «noticias falsas» fue candidata a lo mismo por la Fundación del Español Urgente también en 2017.

En segundo lugar, hay que explicar la diferencia entre el concepto original y el actual. Se podría considerar hito originario de las «noticias falsas» en el ámbito anglosajón algo que en realidad no lo fue: la retransmisión radiofónica que adaptaba «La guerra de los mundos» (Orson Welles, 1938). Era un episodio de ficción, pero los oyentes que se perdieron la introducción creyeron realmente que los extraterrestres habían invadido la Tierra, lo que causó el pánico en las calles de Nueva York y colapsó comisarías y redacciones de medios. El propio Welles dirigió el filme «Fraude» («F for Fake», 1973), que enlazaba la histórica retransmisión con una más amplia reflexión sobre la falsificación cultural.

Esta idea originaria se basa en recoger una parte de la realidad, adulterarla y convertirla en una mezcla de elementos ciertos e inventados, que es lo que genera la confusión en los crédulos. Sin embargo, en la actualidad se confunde «noticia falsa» con una simple mentira, es decir, con contar algo que no contiene ningún punto de tangencia con la realidad.

En tercer lugar, es fundamental comprender que para que una noticia sea falsa, primero tiene que ser «noticia». ¿Y quién puede generar noticias? Los medios de comunicación y las instituciones. No en vano, la moda de las noticias falsas tuvo mucho que ver con Donald Trump: comenzó a llamar así a las que no le gustaban y decidió generar, para contrarrestarlas, las suyas propias. El hecho de que lo hiciera fundamentalmente en Twitter ha llevado a la confusión, sobre todo fuera del espacio anglosajón —y singularmente en España— de considerar noticias falsas a lo que hay en redes sociales.

Es una confusión intencionada: desprestigiar como falso todo lo que viene de fuentes independientes para que la ciudadanía solo atienda lo que proviene de instituciones y medios legitimados, es decir: instituciones dirigidas por partidos políticos con intereses electorales y medios propiedad de grandes corporaciones con intereses económicos. El objetivo es convencer a la ciudadanía de que las noticias falsas están en las redes sociales cuando en realidad están en las instituciones y en los medios de comunicación de masas.

Decir que lo que cuelga un usuario independiente en el espacio de su red social privada es una noticia falsa es tan ridículo como decir que lo que se habla en la barra de un bar son «fake news». En ninguno de los dos casos son noticias, y como no son noticias, no pueden ser noticias falsas.

El mejor ejemplo de esta perversión es La Sexta, cadena de Atresmedia que ha promocionado como medio de verificación de noticias falsas a Newtral Media Audiovisual SLU, una empresa afín. Tan afín que fue registrada en 2017 con Ana Pastor, pareja de Antonio García Ferreras, como administradora única, y que solo en los primeros seis meses de 2019 facturó 360.000€, la mayoría abonados por La Sexta. Al mismo tiempo, esa misma cadena invita a sus programas de tertulia política a periodistas estrella de otros medios que difunden noticias falsas.

¿Cuál ha sido la gran «noticia falsa» del último año?: «Hemos vencido al virus». No salió precisamente de las redes sociales, sino del gabinete de Moncloa, y fue convenientemente difundida por los medios de comunicación de masas. Las noticias falsas están donde siempre estuvieron: en aquellos que tienen la capacidad de generar noticias, como no puede ser de otro modo.

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