Con la movida que hay por ahí, donde el efecto dominó de Murcia ha desbaratado alianzas en Madrid y ha provocado que todo un señor vicepresidente dimita para medirse en duelo contra la lideresa del PP, Extremadura parece vivir en una especie de balsa de aceite donde lo más relevante resulta la especulación de si Vara se va a presentar a las elecciones en 2023 o va a dejar paso a un delfín o si Monago se sale con la suya y encabeza de nuevo la lista del PP en contra de los cánones de renovación impulsados en origen por Pablo Casado. En esta región nuestra parece tener más peso el bipartidismo y la mayoría absoluta del PSOE ahuyenta los desmanes y los intentos de turbación al que parecen abocados otros territorios.

Es cierto que sin estridencias ni gestos estrambóticos se vive mejor. Quizás sea más aburrido, pero también se evitan espectáculos mediáticos propios del marketing político que no conducen a nada. Aquí Vara ha llegado a decir esta semana en una emisora nacional que está muy lejos de todo ese ruido que le llega de Madrid, como si estuviera de vuelta de casi todo y prefiriera cerrar los ojos ante enfrentamientos de twitter o argumentos contrapuestos del estilo de «comunismo o libertad» o «esta señora va a acabar en la cárcel». Quizás haber perdido las elecciones y haberlas ganado de nuevo alcanzando la mayoría absoluta le dan un poso de seguridad como quien suspende un examen y después saca matrícula. Ya no le sorprende nada, sabedor de que en política un día estás en la cima y al siguiente en el pozo.

¿Pero en Extremadura no afectan las cosas que pasan fuera, de verdad? Pues evidentemente sí, aunque si los muros de contención son más sólidos no se tambalea la casa. Esta semana ha llegado a mis manos una encuesta del PSOE, de esas que se hacen para consumo interno de los partidos, donde se describe el marco político actual. En la misma los socialistas agrandarían su mayoría absoluta con 3-4 diputados más hasta alcanzar los 37-38 escaños (la mayoría absoluta está en 33) y el PP se quedaría casi como está (20-21 escaños). Vox irrumpiría en la Asamblea con 5-7 diputados, Unidas Podemos caería de los 4 actuales a 1 y Ciudadanos desaparecería (de 7 a 0). Los naranjas no llegarían al 5% exigible para el reparto de escaños y sus asientos se los quedaría Vox y algo también el PSOE, quien asumiría del mismo modo la caída de Podemos.

¿Creíble? Hay múltiples matices: tiene un nivel de confianza del 95,5% y un error muestral del 2,58% (se han hecho 1.500 encuestas). Pero, además, se trata de un estudio demoscópico a la carta encargado por un partido político. Dicho esto, arroja un porcentaje de voto para el PSOE del 51,4%, mientras que para el PP es del 28,4% y para Vox del 9,16%. Unidas por Extremadura obtendría solo un 4,92% pero conseguiría su único diputado por Cáceres donde sí alcanzaría al 5%.

¿Uno de cada 2 votos irían a la talega del PSOE? Pues teniendo en cuenta que en los comicios autonómicos de 2019 Vara alcanzó el 47% de los sufragios y ya se pensó que estaba en su máximo, resulta exagerado, pero la verdad es que la subida de la derecha solo se produce por parte de Vox y encima a costa de merendarse a Ciudadanos. Es verdad que el PSOE se identifica ahora mismo con Vara y, llegado el momento, si se apuesta por otro candidato diferente, habría que introducir elementos correctores. Igual pasa con el PP y Monago, pero no así con Vox, partido que goza del arrastre de la marca nacional aunque hay que convenir que lleva tiempo trabajando el territorio autonómico.

El caso es que con esta foto fija, esa balsa de aceite a la que aludía antes, no me extraña que el efecto dominó de Murcia o de Madrid no lleguen a Extremadura. Mucho tienen que cambiar las circunstancias para menear las cosas por aquí, y menos si no se construye una alternativa a Pedro Sánchez a nivel nacional y Vox sigue en alza dividiendo el voto de la derecha. Los socialistas van a seguir a la cabeza a pesar de su desgaste por gobernar en medio de una pandemia. Más aún si Podemos se diluye como parece camino del suelo que antaño tuvo Izquierda Unida y Ciudadanos está en descomposición fulminando el efecto renovador que lo trajo a la política hace solo dos legislaturas.