Con el sentido común como brújula para navegantes no expertos en la materia, cabe pensar que cuando nuestros gobernantes se pusieron a dilucidar cuáles serían las vacunas con las que planeaban tener inmunizada a la mayoría de la población antes de verano, según sus cálculos, tuvieron en cuenta tres datos importantes: efectividad, capacidad de producción y distribución de sus creadores y, por supuesto, precio. Aunque mirándolo ahora a toro pasado, una ya no sabe qué pensar. Porque con esas tres variables en mente, sólo la tercera podría justificar el 'emperre' de algunos en defender a capa y espada el uso de la británica Astrazeneca.

A saber, la protección que ofrece frente al coronavirus varía, al parecer según la concentración de la dosis y el tiempo que pase entre las dos inoculaciones, y se calcula entre el 62 y el 90% (frente al 95% de la Pfizer y el 94,5% de la Moderna). Hay que recordar, además, que sólo está indicada para personas mayores de 18 años y menores de 55. Y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von del Leyen, le ha tenido que tirar de las orejas a la empresa anglo-sueca que la produce, recordándole que sólo ha servido hasta la fecha el 30% de las 90 millones de dosis prometidas para la primera cuarta parte del año a la Unión Europea. Con estos 'números como puños', sólo su precio: 6 euros por las dos dosis que se necesitan para completar la inmunización (frente a los 40 y hasta los 60 euros de las dos anteriormente citadas), arroja algún tipo de luz del porqué de su uso en España. Eso y el hecho de que su almacenaje es mucho más sencillo y requiere menos parafernalia.

Pero es que a todos esos 'contras', que a priori ya son de por sí significativos, hay que añadirle otros 'baches' con los que se ha topado en el camino. Hace una semana, España decidió suspender de forma «inmediata y preventiva» la inmunización con la fórmula de Oxford siguiendo los pasos de otros países como Alemania, Noruega, Francia o Italia. Un trombo cerebral extraño, que le costó la vida a una docente de 43 años en Marbella, hizo saltar las alarmas, aunque la autopsia después descartaría una relación directa con la vacuna. Y de hecho, el pasado jueves la Agencia Europea del Medicamento (EMA) salió a la palestra para avalar su seguridad, afirmando «que los beneficios superan con creces los riesgos«. Utilizan, esta vez sí, los números como escudo y subrayan que unos cuarenta casos de trombosis entre los diecisiete millones de vacunados no son motivo suficiente para justificar una relación directa entre ambos. De manera que en Extremadura está previsto que se reanude la inoculación con dicho fármaco este miércoles, 24 de marzo.

¿Ustedes se imaginan lo que sentirán aquellos citados para vacunarse? Seguro que hay quien está encantado de por fin recibir algún tipo de inmunización frente a ese 'bicho' resistente, que nos tiene a todos con el corazón encogido. Pero para otros será prácticamente un 'acto de fe' y es también comprensible. El miedo es libre y vuela salvaje a veces sólo alimentado por los estímulos más pequeños.

Así que cuando hay muertes de por medio, por muy 'pocas' que nos digan que son, nadie puede culpar a más de uno de sentir un natural recelo frente a este fármaco, que hace sólo siete días fue cuestionado por muchos. Sin duda la mayoría acudirá con los puños apretados, porque es lo que toca, y porque como nos enseñaron nuestros mayores con su ejemplo no hace tanto: es lo mejor para todos. Pero lo cierto es que cuesta entender por qué habiendo otras opciones de mayor eficacia, jugamos a la ruleta rusa con temas que conciernen a la salud, aunque solo sea la de unos pocos.

Todos sabemos que es una quimera demandar una vacunación 'a la carta' en la que el interesado en cuestión, avalado por su médico de cabecera y teniendo en cuenta su historial médico, decidiera con cuál de las fórmulas disponibles se quiere inocular. En las excepcionales circunstancias que vivimos, hay que resignarse a que 'papá Estado' sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene a cada uno. Así que habrá que seguir como hasta ahora: cuestionar, lo mínimo, cerrar los ojos y aceptar la inoculación que nos toque, cuando nos toque. Bueno, casi todos, lo mismo a alguno más 'se la ofrecen' por el camino y 'accede', porque pasaba por allí.

*Periodista