La presidenta de la Asamblea de Extremadura llamó al orden a varios diputados tras apreciar en la sesión plenaria de ayer «aspavientos, gestos y comentarios sobre cómo viene vestida una diputada o una consejera». Casi al final del pleno tomó el turno de palabra para señalar en tono muy serio: «No lo voy a permitir porque eso son micromachismos», afirmó Blanca Martín. «Tengan cuidado con sus gestos» espetó a sus señorías sin citar ni referirse a nadie en concreto del hemiciclo pero dejando claro que la escena que se había producido minutos antes no la iba a dejar pasar porque, apuntó, «estamos en el siglo XXI y cada uno viste con la largura de la falda que quiera».
La primera consideración que debemos hacer ante este hecho es que resulta, cuanto menos, reprobable que se sigan produciendo determinadas miradas, gestos o comentarios machistas en nuestra sociedad. Y la segunda que resulta aún más repudiable que este tipo de comportamientos se lleven a cabo en un espacio de representación ciudadana donde los presentes deben hacer gala de la condición que ostentan. No se pueden consentir gestos que vayan en menoscabo de las mujeres, alardeando de patrones machistas o micromachistas que claramente cosifican a las mujeres como mero objeto.
Sin embargo, en la escena de ayer cobra una especial relevancia el comportamiento de la presidenta de la Asamblea de Extremadura por no pasar por alto un comportamiento que en otro tiempo se hubiera obviado culpabilizando incluso a la mujer objeto del ataque. Los usos sociales y el avance de nuestra sociedad permiten reprobar este tipo de comportamientos y así crecer en todas las facetas de libertad. Bueno sería que sus señorías, los culpables y también sus compañeros/as, debatieran el acto de ayer y acordaran que nunca más se volviera a repetir.