Hacía muchas semanas que la pandemia no quedaba relegada, aunque fuera a ratos y con intermitencia, a segundo tema de actualidad en Extremadura, y en esta ha ocurrido con las expectativas económicas que la Comunidad Autónoma tiene puestas en el litio, y que han venido a fraguar en el anuncio de un grupo empresarial de promover una cadena minero-industrial consistente en yacimiento para extraer el material, y la fabricación de cátodos y luego celdas completas.

La noticia, la apuesta, el contenido de la presentación pública de la misma, no se puede recibir de otra forma que con optimismo.

La experiencia no obstante obliga a que sea moderado ese optimismo, dada la lista de anuncios y posteriores decepciones en los apartados de turismo, manufactura e industrial que llevamos en Extremadura a lo largo de varias décadas, desde los grandes mataderos que acababan en quiebra y liquidación -Alcuéscar- a la evanescente azucarera de Mérida o el ‘paraíso del ocio’ de Elysium en la Siberia, pasando por aquel aeropuerto internacional privado de Cáceres.

Es paradójico pero el litio, además de ser una esperanza para la Comunidad, representa por otro lado un problema político de tensiones internas regionales, derivado del dónde está, que es en la provincia de Cáceres, y dónde se pretende industrializar, un conflicto que los empresarios de Phi4tech resuelven en apariencia con inversiones equilibradas en ambas provincias.

Mina en Cañaveral, fábrica de cátodos en la provincia de Cáceres, pero factoría de elaboración de las celdas en Badajoz ciudad junto a la frontera. Para hacerse una idea de estas tensiones, que están dentro de la sociedad extremeña y por extensión en sus partidos políticos con el PSOE más expuesto en primera línea, habría que imaginar al revés: ¿Qué se pensaría en la provincia de Badajoz, y particularmente en su capital, si el yacimiento de litio estuviera en una localidad a 40 kilómetros de la misma, pero la fábrica de celdas fuera a instalarse en la ciudad de Cáceres, aunque sí hubiera una industria de cátodos en la provincia pacense?

El alcalde cacereño Luis Salaya está cobrando en paralelo un protagonismo como máximo representante político de un movimiento que se niega, y quiere ver muerto cuanto antes, el propósito de extraer litio a cielo abierto junto a la ciudad; un liderazgo e iniciativa acrecentados desde la mediáticamente feliz y rotunda frase, días atrás, de que no se haría en Cataluña ni una sola batería eléctrica con el mineral cacereño, lo que le ha reportado entrevistas y simpatías, animado incluso a decir, con gruesa advertencia, que cualquier movimiento de la Junta en sentido contrario le llevaría a la dimisión.

A los presidentes de comunidades autónomas, o a los alcaldes, nunca les viene mal enfrentarse a su propio partido, la ciudadanía lo puede tomar como anteponer los derechos del territorio y sus vecinos, a los de su partido, y de ello ejemplos hay a montones. Es lo que acaba de hacer Salaya, en contraste con otras posiciones de alcaldes que mientras su partido en el Parlamento regional dice que no se cree lo de Phi4tech, pero que bienvenidos sean (las dos cosas a la vez), ellos se piden la fábrica de cátodos, por si acaso.

En esas estamos, mientras acaba de pasar por Extremadura el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, que de nuevo ha defendido los derechos extremeños al desarrollo basado en sus materias primas, y sobre todo proclamado que los fondos europeos de recuperación, Next Generation, deben valer para equilibrar España; un asunto de base para esta tierra, y para las envejecidas Asturias o Castilla y León, para toda la Raya con Portugal, pero que aquí no se acaba de entender su dimensión, como se dice ahora, transversal, que trasciende la trinchera de partidos.

Del PP murciano triunfante en moción, pero manchado de forma más grave por los cargos entregados a votantes favorables; de la presidenta madrileña, a la que a este paso parte de la izquierda convertirá en heroína, y de un Salvador Illa ganador pero aparentemente desaparecido, otro día.

*Periodista