La semana pasada comenzó políticamente al filo de la medianoche del domingo 21 con Rocío Carrasco en Telecinco, y finalizó con el BOE del viernes 26 que revelaba el patrimonio de los altos cargos del Estado. Por el camino, políticos que se apuntaban a su cuarto partido, ecos de mociones de censura en mitad de la pandemia, verdades y mentiras sobre transfuguismo, e incertidumbre sobre los fondos europeos a los que hemos entregado nuestra alma.

El problema no es que la semana pasada fuera una «septem horribilis» para la política española, sino que cuesta distinguir las semanas que lo son de las que no lo son, y que las semanas se hacen meses y los meses años.

Todo lo ocurrido en estos últimos siete días desastrosos tiene que ver con cifras de siete dígitos en euros. La política se relaciona con que la ética pública sobrevuele los intereses particulares, pero: ¿queda ética pública?

No en la cifra exigida por la hija de Rocío Jurado para contar, décadas después, su historia conyugal. Más allá de lo que se dirimió o dirimirá en los juzgados, lo que ocurre en un plató de televisión a cambio de dinero es un contrato mercantil en el ámbito de un espectáculo. Telecinco lo ha revestido del prestigio «documental», como si el relato de Carrasco fuera equiparable al reflejo de la vida de los esquimales que hizo Robert Joseph Flaherty en «Nanook of the North» (1922). Pero en realidad es solo una entrevista equiparable a las de cualquier programa del corazón, a cambio de una de las sumas habituales en el negocio. Lo asombroso no es esto, que ocurre a diario en las televisiones. Lo asombroso es que a los pocos minutos de finalizar la emisión —sin tiempo ni para reflexionar sobre lo que habían visto—, primero la Ministra de Igualdad (23:30h.) y después la Portavoz del Grupo Socialista en el Congreso (23:49h.) decidieran publicar sendos tuits, mezclando política y corazón en una salsa rosa en la que todo acaba resultando indistinguible.

Tres días después, el 24 de marzo, se confirmó que dos ex compañeros de UPyD, el ex actor Toni Cantó y la ex escritora Irene Lozano, irán en las listas, respectivamente, de PP y PSOE para las elecciones autonómicas madrileñas. Esto tiene un significado importante: ambos políticos vuelven al bipartidismo después de haber asegurado que su propósito era acabar con él. El hecho delata la absoluta falta de compromiso político, y resulta especialmente grosero en el caso de Cantó, que en catorce años ha pasado por Vecinos x Torrelodones (2007-2008), UPyD (2008-2015), Ciudadanos (2015-2021) y PP (2021-). Lo que tienen en común ambos políticos es que se mueven, como Rocío Carrasco, entre las cifras de seis y siete dígitos.

Al día siguiente, se celebró en la sede de la soberanía nacional la Comisión de Seguimiento contra el Transfuguismo, donde el PP decidió que los tránsfugas de Murcia no eran tránsfugas. Es lo mejor para transformar lo que no gusta sin necesidad de transformarlo: cambiarle el nombre. Los tres tránsfugas de Ciudadanos en Murcia han garantizado la continuidad del Gobierno autonómico del PP. Las cifras de seis dígitos tampoco son ajenas a esta realidad.

Justo el día después, el Tribunal Constitucional alemán nos recordó que el reparto de los fondos europeos es piel de oso vendida antes de la caza: la denuncia de anticonstitucionalidad de un grupo de ciudadanos alemanes paraliza el proceso de ratificación, solo uno de los varios trámites que quedan antes de contar con el dinero. Justo la semana pasada se cumplieron ocho meses desde que los miembros del Gobierno se aplaudieran unos a otros en las puertas de Moncloa (21/07/2020), celebrando unos fondos que han sido presupuestados antes de aprobarse. Sí, ocho meses.

Ese mismo día habíamos sabido que casi todos nuestros altos cargos se mueven sobre los seis dígitos de patrimonio, acercándose a los ocho en algunos casos, como los 7.052.044,88€ de Cani Fernández Vicien, presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

Para comprender lo que la ciudadanía española siente en este momento por la política bastaría con este resumen de siete días de marzo. A nadie debería sorprenderle la resaca que espera tras la borrachera de euros y soberbia sobre la que surfea exultante la mayoría de los representantes institucionales.

*Licenciado en CC de la Información