Una jugadora pone, en un momento de euforia deportiva, un inocente tuit y salen las hordas disparadas al furibundo ataque. Ojo que ella no subrayaba la victoria. No hace ni siquiera ese ejercicio de alarde de pavonearse frente al rival, tan típico en el deporte y que no pocas veces añade una divertida “salsa” al asunto. Tampoco es una comparativa entre modalidades femenina y masculina. No hay activismo ni reivindicación. Un simple: “Misma pasión”.

Algo con lo que se pueden sentir identificadas miles de niñas que juegan a ese deporte sin ningún tipo de complejo, que está en el ojo del que mira, porque nadie les ha dicho que haya diferencia si comparten interés con su compañeros. Básicamente, porque no la hay.

Alguien me dirá que el fútbol es el deporte tremendamente pasional, que acostumbra a estimular pasiones más bajas que altas. O que el antimadridismo y el pasado atlético de la jugadora espolean las mofas y vejaciones. Excusas. A demasiado bajo precio además. Conozco a muchos “antis” que saben picar con elegancia y sin caer en descalificaciones. Otros argumentarán que es el típico machismo dejando salir sus pulsiones. No (sólo) lo es. Es, con un componente claro de machismo estructural, un ataque de odio.

Lamento haber tenido parte de razón cuando, en las lógicas conversaciones con los más cercanos al inicio del confinamiento sobre el incierto futuro, me mostraba muy escéptico con que la pandemia nos permitiera “salir mejores”. Hace ya tiempo que es evidente que afrontar una crisis de estas características (sanitaria antes que económica, sin final claro ni origen conocido, devastadora para los muchos que han perdido a personas queridas) iba un ser un auténtico test de estrés para la sociedad. El camino a la polarización estaba abierto. Qui prodest?

Usar el desasosiego pandémico individual y colectivo para abonar intereses propios es miserable. Por eso no entiendo la campaña del ya ex vicepresidente Iglesias en Madrid. Incluso si es un acto de desesperación, me parece improbable que desconozca que sus palabras pueden tener consecuencias. Decir que la comunidad de Madrid ha estado regida por los intereses del barrio de Salamanca frente a los intereses (suponemos que “obreros”, suponemos que “los comparte) de Vallecas no sólo es mentira. Es ignorancia. Y si no es eso, tampoco, pongan ustedes el calificativo.

Es cierto que a Iglesias siempre se le ha visto cómodo en el papel del que amenaza con acercar la encendida cerilla al bidón de gasolina, sin llegar nunca a tirarlo. Es cierto que él mismo sabe que, en una gran mayoría de sus alocuciones, habla para los iniciados en la causa. Pero en el momento en que pretender aumentar ese número y tienes responsabilidades públicas, no todo vale para un fin electoral. La dialéctica del norte/sur, del “ricos frente a pobres”, de la contraposición del Ibex a los trabajadores es poderosa. Porque siempre hay un poso de verdad en la hipérbole y circunstancias que pueden generar injusticias. Pero ni explican nuestra realidad y suponen soterrar una verdad que incomoda a cierta izquierda: en esos barrios obreros, que ellos mismos pretenden sentir como colonias, existe mucho voto a la derecha. Quizás por ahí debiera empezar su análisis.

Ocurre que la identidad juega un papel predominante en nuestras decisiones, porque va sobre una parte de nosotros que consideramos inherente sin necesidad de reflexionar. Por eso muchos partidos ven ahí una herramienta en sus discursos. Por eso, los mayores riesgos vienen espoleados por los partidos más extremos. Es la ventaja del populismo: vende mucho y no pide demasiada coherencia. Basta con sentir los colores. 

Duele ver como en un terrible momento como país orillamos del debate político la gestión. Debiéramos estar centrados en la recuperación, en atajar los dos años perdidos de la juventud española, en sacar normas que impidan que esta crisis sea un lastre duradero para muchos pequeños empresarios y autónomos que han tenido que cerrar.

Lo que pasa es que, cuando escribes un tuit, puedes silenciar o que sólo te lean “los tuyos”. Entre el norte y el sur, estamos muchos. Diría que la mayoría.

*Abogado, experto en finanzas.