Escribo estas líneas desde una capital de provincia, sí, ese lugar donde la derecha española y, concretamente, la derecha madrileña, afirma en el canal público que sus ciudadanos y ciudadanas no asistimos ni a teatros ni a museos, así que desde la sombra de la ignorancia anodina de mis días y mis noches provincianas me dirijo a ustedes; es tan facilón el comentario de la presidenta madrileña que la propia realidad y sentido común podría haberlo arrollado como una apisonadora, podría haberlo obviado y olvidado como el pasar de un camión de reparto, pero ante tanta lucha por el afamado relato y el reinado de la ignominia he decido no pasarlo por alto. Podríamos establecer con la mentira y el simplismo el mismo paralelismo que con la caída de una gota de agua sobre nosotros, ambos procedimientos antiguos, conocidos, y no por ello altamente peligros y dañinos. Sus resultados son exactos.

Hace tiempo decidí contestar aun comentario habitual y de un calado similar, a veces realizado con inocente ternura, otras, con altivez, otras, con sorpresa, otras…: ¡no sabéis lo que tenéis en Extremadura! Como si precisamente ese conocimiento y amor no fuese el que nos impulsara a vivir aquí o a sentirse de aquí residiendo en otro lugar o como si jamás hubiésemos conocido territorio alguno para comparar. Esto último, por ejemplo, nunca lo diría un extremeño como Javier Cercas, que lo explicó de una forma maravillosa y divertida en su discurso ciudadano en Mérida. Nuestra universalidad está tan vigente como nuestra propia historia.

Aquella noche, tras escucharle, podría haber descrito su discurso como inteligente, lúcido, irónico, mordaz, genial… hoy tras ver, impávida, la manipulación de sus palabras, simplemente lo definiría como providencial. Cercas con la magia de su talento jugó con la ficción de la escritura y la verdad de la política.

¿Quién debe hacer qué y quién en realidad practica qué? Javier Cercas alabó la política de altura, y como escritor, sin llegar a reproducir las palabras de Benito Pérez Galdós «el absentismo político es la muerte de los pueblos», sí, reivindicó su buen ejercicio, sin necesidad de militancia, desde el sentido puro y crítico ciudadano. El pensamiento libre y crítico.

Supongo que es exactamente de eso de lo que hablamos cuando hablamos de calidad democrática de una sociedad.

Hoy Javier Cercas en Cataluña, como lo fue con anterioridad Juan Marsé, es señalado con el dedo, apartado, insultado, vejado por ser precisamente eso: un hombre libre con un pensamiento crítico. 

Me gustaría saber una cosa, ¿el gobierno de la Generalitat ya se formó?

Una escena en el Buscón de Quevedo: «¿quién ignora que dos amigos, como sean codiciosos, si están juntos, han de procurar engañar el uno al otro? […]. Quedamos enemigos como gatos y gatos, que en despensa es peor que gatos y perros». 

Yo, desde este lugar, comparto la afirmación de Javier Cercas, «España es un país democrático» y como recoge Nuccio Ordine de Calvino «la única oportunidad para conquistar y proteger nuestra dignidad humana nos la ofrece la cultura, la educación liberal». H

*Filóloga y diputada autonómica del PSOE