No se apunta con el dedo. Es una norma de educación básica que nos inculcan nuestras madres desde pequeños y sin embargo parece que a algunos se les olvida según conviene. ¿Se han dado cuenta ustedes con qué facilidad se señala públicamente el origen de los brotes de coronavirus en nuestra tierra cuando se trata de gente con pocos recursos y casi siempre extracomunitarios? La semana pasada el consejero de Sanidad, José María Vergeles, apuntó a un grupo de 30 esquiladores procedentes de Uruguay como los responsables de un nuevo foco de la enfermedad con 43 casos activos hasta la fecha y cientos de contactos estrechos, que afecta a nueve municipios de la región. Además, ante los medios, sugirió la posibilidad de que este caso pudiera ser el que habría introducido la variante brasileña en nuestra comunidad autónoma y hoy lunes se espera que se confirme este supuesto. También apostilló que podría ser el motivo por el que la incidencia ha vuelto a subir, asegurando que «no tiene nada que ver con las consecuencias de la Semana Santa». 

Hay mucha tela que cortar en esta historia, que además tiene posibles ramificaciones en Andalucía, Aragón y Portugal, donde se desplazaron otras cuadrillas que compartieron autobús con los afectados, pero lo que más llama la atención es que no se tire del hilo para exponer qué está fallando en el sistema. No es de recibo que se ponga el foco en un grupo de inmigrantes sudamericanos, cuando lo que se debería cuestionar es la efectividad del protocolo de seguridad que supuestamente nos protege de la introducción del virus y sus variantes a través de los aeropuertos. Porque estos señores aterrizaron en Barajas el día 1 de abril, en teoría, todos con resultados negativos de una PCR realizada 72 horas previas al viaje. 

Que las autoridades no cuestionen cómo es posible que en medio de una pandemia no hubiera un control sanitario exhaustivo no sólo de la entrada de un grupo tan numeroso de trabajadores en nuestro país, sino de su posterior traslado y no digamos ya de su movilidad y su residencia, una vez llegados a su destino, es de traca. Piensen que hablamos de 30 personas que además luego utilizaron el transporte público para desplazarse a nuestra tierra. Una vez aquí, todo apunta a que no hicieron ningún tipo de cuarentena, y aunque tenían como ‘campamento base’ Navalvillar de Pela, se movieron por hasta 34 explotaciones agrícolas en nuestra comunidad autónoma. Y que ahora los que están en el ojo del huracán sean ellos, en vez de profundizar y pedirle cuentas a los eslabones superiores de la cadena, incluido el empresario extremeño que los contrató, por ejemplo, es conveniente cuanto menos. Así como culparlos no sólo de introducir una nueva variante del virus en nuestra tierra, sino hasta causar la cuarta ola.

Al parecer, la Semana Santa no ha tenido nada que ver con el repunte de casos de lo que llevamos de mes. Durante las vacaciones, las puertas estuvieron abiertas de par en par para los turistas extranjeros, que camparon a sus anchas por las principales ciudades de España, sin cumplir en muchos casos con las medidas de seguridad. Pero está muy claro, clarísimo, que ellos no introdujeron ninguna variante del covid, y si me apuran, ningún caso. Tan contentos están en la Junta con esta suposición suya, que no sabemos si tiene alguna base científica, que esta semana se ha anunciado que se está barajando ampliar el aforo permitido para bodas, bautizos y comuniones. Vergeles hablaba de «darle un respiro al sector (la hostelería) que lo ha estado pasando peor», porque al parecer los números auguran un buen futuro... y si la cosa se tuerce, siempre se le podrá echar la culpa al chivo expiatorio de turno, que para eso están. 

Y es que una vez más queda muy claro el doble rasero a la hora de apuntar a los que nuestros gobernantes consideran responsables de según qué cosas. ¿Se acuerdan de aquel brote en Navalmoral de la Mata en el que se anunció a bombo y platillo la búsqueda del ‘paciente cero’, un joven de origen magrebí que llegó a Almería en patera? Pues saquen ustedes sus propias conclusiones. A ver para cuándo escuchamos en rueda de prensa que se busca a un grupo de ‘guiris borrachuzos’ por originar un brote tras un fin de semana de excesos en España. Está feo apuntar con el dedo, sobre todo, siempre a los mismos.