La lectura de La fragilidad de Diego Doncel (Malpartida de Cáceres, 1964) en estos tiempos de pérdidas generalizadas estremece a cualquiera con un ápice de sensibilidad. La reciente publicación del este Premio Loewe 2020 es una excelente oportunidad para acercarse a la obra de uno de nuestros autores más maduros, especialmente tras este Día del Libro extraño, sin dedicatorias, ni autores enjaulados en casetas y sin libros.
Me acerco a este trabajo armado solamente con mi experiencia de lector. Con eso basta, pues Doncel describe con crudeza y sensibilidad algo a lo que todos nos hemos enfrentado alguna vez: el fallecimiento de un ser querido y ese vaivén constante de hospitales, medicinas, hospedajes, viajes y sentimientos que conlleva. «Desde que te has ido soy un ser a la deriva», dice el poeta, sumido en el desencanto de los sueños segados por la muerte, y por la vida también. Su poesía es tan descriptiva y narrativa a la vez que, por momentos, roza la prosa poética. En cada uno de sus poemas hay frases lapidarias y metáforas contundentes: «Los escaparates duermen en los números de sus promociones» o «Estamos tan llenos de fantasmas que ni reconocemos quiénes somos».
Me recuerda mucho Doncel a los grandes autores griegos de 1930 como Yorgos Seferis, incluso a Odiseo Elytis en su Monograma. Todas las fases del adiós a un ser querido -en este caso el que te ha dado la vida- están reflejadas como un tratado de psicología: la negación, la desolación, la aceptación y el retorno al camino a la felicidad. «Todos tienen preparada su muerte menos yo», es uno de sus aldabonazos en la conciencia del lector. Nadie está listo nunca para la muerte o la pérdida, pero al final, en este mundo o en el otro, la esperanza se abre siempre camino como el agua en primavera. La frase: «El mundo tiene la densidad de un fantasma» (Diego Doncel).