Han tenido que pasar las elecciones madrileñas para que el gobierno de la nación revele el plan que ha enviado a la Comisión Europea para poder acceder a los fondos comunitarios durante los próximos cinco años. De dicho plan ha trascendido una subida de impuestos generalizada, que afectará a no pocos tributos e incluye, entre otras muchas tasas y cargas fiscales, la subida de los precios del diésel y la implantación del pago por el uso de las autovías y autopistas, e incluso del resto de vías de la red de carreteras del Estado.  

De modo que los ciudadanos de las clases más humildes y los millones de españoles que integramos la inmensa clase media podemos ir echándonos a temblar por todo lo que se nos vendrá encima a lo largo de los próximos años. Porque estos gravámenes van a esquilmar unas finanzas ya de por sí maltrechas, a consecuencia de los efectos de la crisis económica y de empleo que se deriva de la nefasta gestión de la pandemia realizada por los responsables de lo público.  

Como el nuevo sablazo fiscal es difícilmente digerible, los autores y suscriptores del plan ya están comenzando las campañas de propaganda en los medios, con objeto de convencernos de la utilidad y bondad de pagar nuevos tributos e impuestos más altos. Para ello, recitan machaconamente la doctrina verde de esos que, a pesar de no haber sembrado nunca ni una simple mata de tomates, disfrutan de la opulencia que les proporciona el negocio de la apología del ecologismo. Estos impostores tratan de convencer al personal de que desplazarse por carretera en coche diésel es un sacrilegio difícil de redimir, aunque ellos se muevan con frecuencia en medios de transporte aún más contaminantes.  

Sin embargo, nuestros gobernantes vienen a compartir con nosotros una buena nueva, que nos confirma que existen modos de limpiar nuestras alquitranadas almas. Y es que, para lograr la pureza de espíritu, habremos de optar por el transporte ferroviario, o por cumplir con la penitencia impuesta para los que no reniegan del diésel y las carreteras, que no es otra que la del abono de impuestos.  

Cualquiera que analice la situación, reparará en que, con esta nueva subida impositiva promulgada por Sánchez, el PSOE y sus aliados podemitas, la izquierda vuelve a golpear a la clase trabajadora y a regiones como Extremadura, que arrastra graves déficits en el ámbito de las comunicaciones y que no cuenta con alternativas de transporte viables a las que poder aferrarse.  

Eso sí, no duden de que todos ellos nos repetirán una y mil veces que este es el peaje que hay que pagar para salvar el planeta y conquistar el reino de los cielos. O sea que démonos por bendecidos, y que Dios nos coja confesados.

*Diplomado en Magisterio