Afortunadamente mi trabajo me permite reunirme con muchos colectivos y personas de variada índole, tanto por las cuestiones a las que se dedican, como por su procedencia, edad, características sociales, culturales, o económicas… Esta semana he podido comprobar cómo se ponía en práctica ese deseo, a veces excesivo, de hacer las cosas bien, lo que se viene a denominar como prurito. Además, a diferencia de otras ocasiones, la reunión se ha producido en ‘casa’ de los solicitantes, lo que añadía un plus de gratitud, pues siempre me ha resultado positivo conocer dónde se desenvuelve la organización de las actividades de aquellos que deciden formar parte de sociedades, colectivos, emprendedores…

Otro elemento a favor fue que, como ya he comentado en alguna otra situación, rodearte de jóvenes, a veces, consigue imbuirte de su energía y contagiarte de su atrevimiento o impulso a la hora de proponer actuaciones. Como se pueden ustedes imaginar, la reunión a la que hago referencia se ha producido con un grupo de jóvenes. En concreto con representantes del Consejo de la Juventud de Extremadura.

Al margen de los temas tratados, del intercambio de posiciones, de la amplitud de miras con los que los enfocan, puedo corroborar que me produjo enorme satisfacción el ser consciente del dominio que tiene, esta generación tan bien preparada, de la problemática de la Comunidad. Del mismo modo pude observar cómo ofrecen alternativas tan razonables que no es extraño que los políticos pongamos el acento en recogerlas en los planteamientos que trasladamos en nuestros discursos. De esta manera pasamos a analizar desde el posible uso de los fondos europeos, hasta el deseado pacto intergeneracional o la búsqueda de referentes anteriores.

No dejamos de lado, en nuestra Extremadura rural, la necesidad de potenciar la empleabilidad de los jóvenes en el campo, con ejemplos tan ilustrativos como la potenciación de las cooperativas del sector. Sin embargo, fue la investigación, la universidad, la educación en toda su amplitud, incluida la sexual, la necesidad de que el asociacionismo estudiantil tenga más presencia e influencia en el sistema educativo, lo que ocupó buena parte de nuestro tiempo.

Finalizamos con apelaciones a la importancia en un futuro cercano de hacer ver a los jóvenes la importancia que va a tener la atención a los mayores o la presencia en nuestras vidas de la atención a la salud mental. Capítulo aparte, para despedirnos, fueron las alusiones a las mujeres jóvenes. Su presencia y más en las zonas rurales, se antojaba imprescindible. Sobre todo, porque son necesarias para intervenir en la mayoría de los temas a los que hemos hecho mención a lo largo de todo el artículo.

Una experiencia, sin duda, que me gustaría volver a repetir pronto. Seguimos aprendiendo.

*Historiador y diputado del PSOE