Para empezar, la normalidad de que el PP haya presentado la victoria como si se tratara de España. Hasta Felipe González, cuya opinión nunca falta, y menos si es para darle un pescozón al PSOE, cree que «el resultado tiene que significar algo, no solo en Madrid». Más a la izquierda, Iñigo Errejón ha tenido una respuesta ocurrente para quienes se explican el resultado circunscribiéndolo solo a Madrid: «Madrid no es Marte», les ha dicho a los que en realidad quieren explicarse sus propios resultados circunscribiéndolos solo a Madrid y sin hablar de derrota ni fracaso, solo de resultados, no vaya a haber derrotados, no vaya a haber fracasos con nombre propio. Y, última por la izquierda, la primera que dijo «no solo Madrid sino España se juega mucho en estas elecciones» fue Irene Montero, ministra de Igualdad, para animar la participación.

Aunque diferente, también lo hizo Díaz Ayuso, claro: «Hoy elegimos el modelo de Comunidad y de país que queremos». Pablo Casado, por cierto. Después de oírle decir eso y, por si poco, aún le oyera decir luego algo más, como que su victoria no debe entenderse solo en clave autonómica, Pablo Casado debería vigilar de cerca al señor García Egea, secretario del partido y muñidor de cargos, porque, magnífico ejemplar de vasallaje, se atrevería hasta con el señor. Ayuso sabe que las encuestas cambian, pero también que solo mienten con los caballos intermedios, nunca con el primero y el último: no han mentido con ella ni con Edmundo Bal (Ciudadanos). Así que, pensando ya en medirse con Pedro Sánchez, dijo lo que dijo, y Casado lo oyó. O sea que sí, perfectamente normal que el PP haya presentado la victoria como si se tratara de España. Quienes protestan habrían hecho lo mismo, de ser ellos. Es más: el costalazo de Ayuso, de habérselo dado, también estarían presentándolo en clave nacional.  

Lo peor de Madrid han sido las consecuencias. Por ejemplo, que alguien de Izquierda Unida llamara «ratas y sinvergüenzas» a los de Pablo Iglesias, sus aliados. Puede que por haber comprendido que el pacto de Izquierda Unida (Alberto Garzón) con Iglesias (primero Unidos Podemos y después Unidas Podemos: selección darwiniana) no debería haberse producido nunca, pero el problema es qué va a hacer ahora Izquierda Unida, tan tarde ya, tan desaparecida. Otro asunto feo ha sido insultar a los electores: gilipollas, según Monedero, aplicando su ecuación «900 euros + derecha». O acusarles de ignorancia o incluso de algo peor, como un Carlos Sánchez Mato: «La gente que mayoritariamente ha votado eso (eso debe de ser Ayuso) es tan responsable como los que han expoliado el dinero de todos». Y encima ha destacado Iglesias, tachándolos de «trumpistas» y endosándoles la responsabilidad de que haya tenido que dejar la política: «Cuando te han convertido en un chivo expiatorio, cuando hacen que tu papel para mejorar la democracia se vea limitado, uno tiene que tomar decisiones». 

No obstante, lo más desagradable lo ha padecido Carmen Calvo, silenciada abruptamente por incurrir en la ley Godwin al responder sobre la victoria de Ayuso. Le han conservado y reproducido la primera parte de su reflexión: «La campaña ha consistido en cañas, en no encontrarte a tu ex y en recibir abrelatas de berberechos». Pero le han silenciado el resto: «A veces el fascismo aparece con la bandera de la libertad, con la libertad de quienes pensaron que la limpieza que querían hacer en Europa llevaba justamente a asesinar en los campos de concentración». Se comprende que haya sido abruptamente, sí, a qué negarlo, pero, al igual que hay quince minutos Warhol, hay quince minutos Orwell, aunque sea el Orwell de oídas. 

En fin. Por buscar, hasta en el color de las papeletas se ha buscado una explicación para lo de Madrid. Las del PP era de un color sepia más intenso. Ese habría sido el motivo, o uno de los motivos, no solo de que Ayuso haya ganado, sino de cómo ha ganado. Y es lógico, porque ya se sabe que el votante es tonto (y fascista: dos millones en Madrid, más o menos) y nunca se percataría de la trampa, y menos si la trampa es subliminal. Atraído por el color, hipnotizado, no ha escogido: ha cogido.

*Funcionario