Avanza la primavera y el mundo abre de modo desigual la incierta era postcovid, alegre melodía de Gershwin en Nueva York donde con las vacunas en el metro, regalan bonos de siete viajes. Allí acuden algunos privilegiados primos pobres del Sur, admirados de que todo sea tan fácil entre sus primos ricos del Norte cuando en sus países, los demás aguardan indefensos.

Mientras en la India lo que suena es un gigantesco Miserere, el mundo pierde otra nueva ocasión de ser solidario y una se pregunta atónita por qué los riquísimos de Oriente Medio se han apresurado tanto en lograr la inmunidad de su rebaño, comprando las vacunas a precio mucho mayor que Europa, por ejemplo, para luego enzarzarse en esa tormenta de fuego que arrebata vidas entre sus ovejas porque les compensa sobre todo masacrar a las ajenas.

Es la historia de la vacuna una que habrá que contar bien cuando todo esto haya pasado, y tal vez por eso nuestro presidente se ha aplicado a ello de cien para atrás y ya no sé si vamos por 97 o por 96 días que faltan para entrar en la tierra prometida y entonces ya no habrá llanto ni crujir de dientes, sino leche y miel. Dicen los críticos que esa cuenta de la lechera es para no hablar de los impuestos con que van a crujir a la clase media, incluidos los peajes y un hachazo a los autónomos que ni pueden más ni quieren. También para no dar explicaciones sobre el varapalo del Constitucional a la inclusión de Iglesias y Redondo en el CNI en el peor momento de la pandemia, que cuál era su urgencia y cómo les preocupaba nuestro dolor.

Y en tanto caminamos hacia la inmunidad, en Brasil se inyectan viales vacíos, en Italia a una joven chica le cascan seis dosis de una vez y en Cáceres… ¡Ay, en Cáceres! se administran 94 dosis de Astra Zeneca a menores de 60. Que no son ni una ni dos, por favor. Vergeles pide disculpas, pero a la vez dice que no es para tanto. Y entre la inseguridad y el susto, sin querer hacer sangre, una deplora la pifia morrocotuda. Que esto no es Calcuta, con todo mi amor por esa golpeada ciudad. Usted juzga, querido lector.

*Profesora