Ha sido un fin de semana raro, como de remordimientos e ilusión a la vez. Hice la maleta a toda prisa y sin que me importase demasiado el destino. Y todo el rato me acompañaba la misma sensación que cuando, de adolescente, les decía a mis padres que a mis amigas les dejaban hasta más tarde y a la vez ellas hacían lo propio, para conseguir todas media hora más.

Es increíble lo pronto que se acostumbra uno a las normas, por absurdas o irracionales que parezcan. Bueno, se acostumbran las personas que creen que las normas están para seguirlas, porque ya sabemos que hay quien se las pasa por el forro.

Total, que muchos meses después he salido de mi comunidad con destino a la playa, que es lo que hemos hecho la mayoría de los de interior, necesitados de cambiar de aires, paisajes y rutinas (¿los de costa sentirán a veces la misma necesidad de ver montañas y bosques?).

Mascarilla, gel, distancia. Lo mismo fuera de mi territorio que dentro, así que no veo el problema, ni la necesidad de asustar con avalanchas, de perimetrar o de añadir más prohibiciones a las ya dictadas. Si nos comportamos como debemos, claro.

Es cierto que hay quien casi exige que le dicten todo el rato lo que está permitido y lo que no, porque tener que pensar o usar la lógica se les ha vuelto casi insufrible y estos meses les han resultado cómodos y con un cierto barniz de protección. Pero eso no es vivir, sino sobrevivir.

Y no me hablen de que si estamos obsesionados con los bares, las tabernas o las terrazas. Estamos obsesionados con la libertad, con poder elegir, con ser capaces de escoger cómo comportarnos. Obsesionados con el tiempo y el espacio (entendido como destino). Con el libre albedrío y la idea de ser adultos responsables. Y entiendo que habrá, por ejemplo, padres que han estado cómodos delegando la responsabilidad de atar en corto a los hijos, porque de eso ya se ocupaban las autoridades. La misma comodidad que el Gobierno central delegando ahora el marrón a cada autonomía. Pero es hora de volver a la normalidad,a la vieja, conocida y exigente normalidad, que conlleva muchas decisiones.

Y ahora lo que debe preocuparnos es vacunar, mucho y rápido, para que podamos enfocar nuestros esfuerzos en poner de pie este país, porque va a hacer falta mucho esfuerzo y la ayuda de todos.

Feliz lunes de mayo.