Pocos días después del pacto que dio lugar al actual Gobierno de coalición, escribí en este mismo espacio (14/01/2020) que aquello era el comienzo del cierre del ciclo político del 15-M. El destino ha querido que el décimo aniversario de fecha tan señalada coincidiera casi exactamente con el corte de coleta de Pablo Iglesias. 

Para no partir de suposiciones, vayamos a los datos que ofreció el estudio 2.905 del CIS (junio 2011). La primera de las tres preguntas versaba sobre el interés que había suscitado la movilización, mucho o bastante para el 50,2% y poco o ninguno para el 49,6%. La segunda, que no fue realizada a los que mostraron «ningún interés» (22%), era sobre la valoración concreta, muy positiva o más bien positiva para el 70,3% y negativa o más bien negativa para el 12,7%. La tercera, también excluyendo a los que no habían mostrado ningún interés, fue sobre el futuro del movimiento, a lo que el 38,3% respondió que continuaría por otras vías, el 27,7% que tendería a desaparecer y el 21,7% que desaparecería pero reaparecería en el futuro. 

Es imprescindible interpretar bien los datos para no caer en errores. Cuando se dice que el 15-M fue un movimiento muy transversal, no es del todo cierto, ya que su interés (el indicativo más determinante) dividió a España en sus dos habituales mitades. Cuando se dice que el 70% de la ciudadanía lo apoyaba tampoco es cierto, puesto que de esa pregunta se excluyó casi a una cuarta parte de la población que no puso ningún interés en el evento. Finalmente, cuando se debate sobre si la gente quería que se convirtiera en un partido político, no procede sacar conclusiones ciertas, puesto que esa pregunta nunca se hizo concretamente. 

No voy a cansar al lector con muchos más datos, tampoco habría espacio para exponerlos, pero el análisis de todos ellos obliga a concluir que el 15-M fue un movimiento fundamentalmente de la España liberal-progresista que se ganó la simpatía de una pequeña parte de la España «apolítica» (normalmente situada en el centro-derecha) y que tenía como anhelo fundamental oxigenar la vida política española, quedando como un objetivo marginal la transformación sistémica.

No en vano, aquel movimiento, muy al contrario de lo que se dice, tuvo no uno, sino dos hijos más o menos ilegítimos: uno a la izquierda del PSOE (Podemos) y otro a la izquierda del PP (Ciudadanos). Este segundo ya existía en Cataluña, pero difícilmente hubiera logrado irrumpir en el panorama nacional sin el 15-M. 

"Aquel movimiento tuvo no uno, sino dos hijos más o menos ilegítimos: uno a la izquierda del PSOE (Podemos) y otro a la izquierda del PP (Ciudadanos)"

La necesaria síntesis histórica suele generar olvidos selectivos, y hay dos concretos, en este caso, que es necesario recordar: la primera consecuencia electoral del 15-M fue la mayoría absoluta del PP de Rajoy en las elecciones generales de noviembre de aquel año; por otro lado, el PSOE y el PP, que fueron los blancos principales del 15-M, nunca han llegado a descender, conjuntamente, del 45,35% de voto en unas elecciones generales (abril 2019).

Hubo en el 15-M un impulso que suele obviarse porque es el más incómodo para todo el mundo, tanto para quienes nunca quisieron que aquel movimiento cambiara nada como para sus beneficiarios políticos que han malbaratado la herencia: su base impugnatoria del sistema político español. 

Si el cierre del ciclo del 15-M puede asociarse hoy a una coleta cortada y, seguramente pronto, al fracaso de un Gobierno de coalición, es porque quienes fagocitaron su espíritu desde distintas perspectivas y en diferentes momentos (Iglesias, Rivera y Sánchez: dos ya no están) nunca tuvieron objetivos políticos colectivos sino personales, y no «destituyentes» de las instituciones sino constituyentes de un nuevo poder dentro de esas mismas instituciones, protagonizado por ellos. 

Uno de los datos más interesantes de los expuestos aquí es que ya hace diez años, más del 20% de los españoles pensaba que el 15-M desaparecería pero volvería a aparecer. Creo que acertaban. El legado más importante de aquel movimiento es el que nunca se atendió: la transformación radical de las instituciones políticas españolas, un deseo que sigue latente en un número suficiente de españoles como para elevar el vuelo cual ave Fenix sobre las cenizas del acontecimiento político más importante desde 1975.

*Licenciado en CC de la Información