Hace mucho que vengo insistiendo en la necesidad, antes de tomar decisiones, de contrastar informaciones y análisis elaborados de forma rigurosa frente a meras opiniones, respetables todas, donde cada uno tiene la suya. Por ello, y con el objetivo de que una propuesta vaya cargada de argumentos es necesario usar la contraposición de tesis para escoger la opción más viable.

En este sentido, parece que en la recién aprobada moción del municipio cacereño para instar a la Junta de Extremadura a que declare «Paisaje Protegido a la Sierra de la Mosca», se anteponen otro tipo de criterios poco científicos que nada tienen que ver con lo que debería haber sido una evaluación seria y debatida sobre los valores ambientales que posee el paisaje en cuestión. 

De acuerdo con los datos disponibles, en modo alguno puede ser considerada como «paisaje protegido», dado que con los razonamientos tanto biológicos como climatológicos (las sequías son inherentes y definitorias del clima mediterráneo en el que se encuentra casi toda la región) esgrimidos por el Ayuntamiento de Cáceres para la Montaña podría acogerse a esa denominación el 97 por 100 del territorio extremeño (ya posee un 32%). Consiguientemente, cabe exponer:

a) No es un paisaje natural milenario, como he escuchado tantas veces decir, pues debido a las actividades agrarias de subsistencia hasta los años 60 del pasado siglo, según se desprende de las fotografías aéreas del vuelo americano (1956/57), las tierras de labor y olivares ocupaban el 35,2 % de la superficie de la sierra; casi duplicando al bosque de frondosas (20,2%) o superando a las dehesas (27,4%), con escasa presencia de pastizales (6,3%) y matorrales (9,5%).

b) Desde los años 70, con la instalación de la universidad y un incipiente tejido fabril y comercial, la ciudad de Cáceres cambia su estructura económica pasando a ser netamente de servicios, lo que provoca un abandono de los usos agrarios de la sierra, iniciándose un proceso de colonización de chalets sobre suelo no urbanizable construidos por las nuevas clases acomodadas, que se extienden a modo de metástasis parcial, con urbanizaciones, o salpicando las partes más elevadas de las alineaciones y las faldas de las serratas paralelas, según se verifica en el análisis de las imágenes satelitales que publica la Agencia Europea de Medio Ambiente a través del Corine Land Cover (CLC) para los años 2000, 2006, 2012 y 2018.

c) Esa invasión constructiva de más de 500 ‘viviendas de recreo’, muchas con piscinas, da como resultado que en 2006 (CLC) ya ocupen una superficie notoria (4,1%) en toda la sierra, desde Cáceres al municipio de Sierra de Fuentes. Todo ello, sin contar el Residencial Universidad (que también provoca un impacto ambiental), pero al encontrarse por debajo del nivel de los 450 metros que es la línea que se utiliza para delimitar claramente la sierra de la Mosca de la penillanura trujillano-cacereña, no se ha considerado.

d) Tampoco es un espacio natural que contenga valores de singularidad, rareza o excepcionalidad en sus ecotopos, razón por lo que nunca se incluyó en las figuras de protección europeas, a pesar de estar rodeada por todos lados, a modo de isleta, por una zona ZEPA (Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes) con más de 58.000 hectáreas, de la que fue excluido este relieve residual de la Sierra de la Mosca al contemplarse irrelevante para la preservación.

e) A todo lo anterior hay que unir ahora la inmensa cicatriz ambiental que constituye el muro de hormigón y alquitrán ronda Sur-Este, de próxima inauguración, que estrangula la montaña por su base (debió haberse construido un túnel) y quiebra la contigüidad espacial entre el santuario de la Virgen de la Montaña y la ciudad, además de los significativos impactos visuales, acústicos y sensoriales.

"Si no somos estrictos con el territorio acabaremos por dar valor excepcional a cualquier lugar que tenga plantas y animales"

En definitiva, se observa como los usos del suelo y sus actividades tradicionales que se pretenden conservar (curiosamente la minería estaría incluida) son los que han sufrido un mayor retroceso en las últimas décadas. Asimismo, con el abotonamiento dechalets irregulares por la Sierra de la Mosca, esos aprovechamientos, por desidia o abandono de sus propietarios, están siendo reemplazados sin control por quercíneas y matorral. Concluimos, que no es un paisaje prístino lato sensu por los motivos aducidos ni tampoco posee actualmente una estructura espacial de manchas, fronteras ecológicas y mosaico de cultivos que lo hagan merecedor de tal calificación. Si no somos estrictos con el territorio acabaremos por dar valor excepcional a cualquier lugar que tenga plantas y animales, o sea, toda la región.

*Catedrático de Ordenación Territorial de la Uex