Parece que mirar para otro lado cuando no nos gusta lo que vemos formaría parte del núcleo duro de la condición humana. Solo así puede comprenderse la actitud de los pueblos ante la situación social que estamos viviendo hace décadas, singularmente agravada por la pandemia de SARS-CoV-2.

Los más jóvenes no saben lo que es vivir fuera de una crisis. Los que no somos tan jóvenes, y tomamos conciencia política temprana, tampoco. La crisis sanitario-económica actual es solo la última «matrioshka», la más pequeña, dentro de todas las demás crisis. La única salida de todas ellas pasará, indefectiblemente, aunque casi nadie quiera sostener la mirada ante ese futuro, por un cambio radical del sistema socioeconómico hegemónico.

Soy de la opinión de que los líderes del capitalismo —que no son los mismos que los del neoliberalismo— saben hace tiempo que el sistema agoniza. Llevado por los dogmas neoliberales y la «financiarización» de la economía al borde justo del abismo, el capitalismo hace ya tiempo que se ha demostrado insostenible para prolongar la vida del planeta a largo plazo, para ofrecer un mínimo nivel de vida a una mayoría de la población mundial, para sostener la paz globalmente, para asegurar la participación ciudadana activa en la gestión de los asuntos públicos y para facilitar la felicidad siquiera a la población que vive en mejores condiciones.

Cuando digo que los gurús del capitalismo son los que mejor saben de esta agonía no especulo, hay abundantes datos que así lo confirman. El último es del pasado sábado, cuando representantes de los países miembros del G-7 acordaron una armonización fiscal internacional para que las empresas sean gravadas con al menos un 15% de impuestos. Esta iniciativa no ha surgido de la nada. Los multimillonarios llevan muchos años pidiendo que les cobren más impuestos, la última vez en julio del año pasado, cuando un grupo de 83, bajo el nombre «Millonarios por la Humanidad», decían cosas como estas: «A diferencia de decenas de millones de personas en todo el mundo, no tenemos que preocuparnos por perder nuestros trabajos, nuestros hogares o nuestra capacidad de mantener a nuestras familias (...) Así que por favor. Hágannos pagar impuestos, hágannos pagar impuestos. Es la elección correcta. Es la única opción».

No es un gesto de pura generosidad, sino una solicitud de auxilio que esconde un grito evidente: «Salven el capitalismo». Solo así puede entenderse la decisión reciente del G-7. Esta suerte de «Gobierno mundial» fue creado por Estados Unidos, el país más capitalista del mundo, en 1973, fecha insertada en pleno auge del sistema neoliberal. ¿Por qué un grupo netamente neoliberal tomaría una medida netamente socialdemócrata —de cuando la socialdemocracia era algo— si no es para salvar el sistema? Solo se salva lo que está en peligro.

La pandemia está siendo el detonante que faltaba para que el capitalismo acelere hacia su final, por doble vía: su demostrada incapacidad para hacer frente a los problemas verdaderamente importantes de la humanidad y la toma de conciencia de un porcentaje de la población, propiciada por los largos confinamientos y la palpable revelación de sus verdaderas condiciones materiales.

La crisis actual es, por tanto, la más pequeña muñeca rusa por el momento, dentro de la crisis económica brutal que comenzó en 2008 y que aún no había terminado. Aquella crisis que propició que líderes nada sospechosos de izquierdistas, como el francés Nicolas Sarkozy, dijeran ya entonces que había que «refundar el capitalismo». A su vez, la crisis de 2008 era otra muñeca rusa dentro de la crisis medioambiental, y esta es un reflejo preciso de la gran «matrioshka», que es la crisis del propio capitalismo, que parece querer morir matando.

Para las personas que nos situamos en el ala izquierda del pensamiento ideológico es demoledor comprobar que mientras millonarios, neoliberales y conservadores toman medidas socialdemócratas para salvar el capitalismo, la izquierda asume el neoliberalismo para salvarse a sí misma. Los líderes «de izquierdas» del siglo XXI van a tener muy complicado afrontar el juicio de la historia: mientras el capitalismo agonizaba ellos disfrutaban de sus mieles en vez de contribuir a su caída. 

*Licenciado en CC de la Información