A partir de este fin de semana España se lanza a tumba abierta hacia el segundo intento de “nueva normalidad” con la vuelta del noctambulismo; el funcionamiento de la hostelería hasta las dos de la mañana, la utilización al completo de unas terrazas ya de por sí extendidas, y con visos de que en un par de semanas como máximo bares de copas y discotecas ampliarán el funcionamiento una hora más, a las tres.

El modelo hispánico es el que es, y ni algo tan terrible y desconocido en el último siglo como es una pandemia mortífera, nos va a hacer cambiar nuestras costumbres, ni nuestra apuesta por el salir, el comer, el beber, y volver a comer para volver a beber, no hasta las dos sino poco a poco toda la noche, hasta que el cuerpo aguante y el dueño del local estime que no le tiene cuenta tener abierto para un par de clientes sin noción del tiempo.

El acuerdo unánime de la Conferencia Interterritorial de Salud ha sido perfecto: se han puesto de acuerdo rápidamente en que no hay acuerdo posible ni dios que lo intente, y que cada cual haga lo que le parezca. Genial. Si esto no es un país fallido, que venga quien sea y lo vea. Y todo por la hostelería oiga; se puede llegar a consensos sobre vacunas, compras colectivas, semáforos de peligrosidad, precauciones con los mayores, cierre del fútbol a espectadores, etc., pero mire usted no me toque la actividad favorita de los españoles.

El señor Urkullu, harto de suplicar la prolongación del estado de alarma sin éxito, va y ante algo que va en su línea se enfada, unas restricciones nacionales armonizadas, y no vota. Algo así como no juego, ea. Las comunidades del PP con el gallego Feijoo y la madrileña Díaz Ayuso disputándose el liderazgo, secundados por sus compañeros andaluz y murciano, y con los catalanes de Esquerra como compañeros de viaje, votan en contra.

Todo era porque comunidades con buenos números sanitarios, entre ellas Extremadura pero también Galicia o Murcia, podrían abrir a partir de esta semana discotecas y bares de copas hasta las dos, y las otras no. El bueno del presidente andaluz Moreno Bonilla, cuya gestión tiene a su comunidad con una incidencia acumulada del virus de 188 puntos, la mayor de España y nada menos que un 68% superior a la media española, va y dice que él no hace caso, que él abre también las discotecas, ele, que no van a ser menos.

La gestión del gobierno de Madrid nos ha dado y nos sigue dando muchos quebraderos de cabeza, por mucho que presuntamente la premie su electorado, y Ayuso tiene el récord triste de en una de las regiones con menor envejecimiento presentar el mayor exceso de mortalidad de toda España, pero es ahora Andalucía la que está lastrando a todo el país con sus datos, y eso tiene su coste: para los británicos somos un destino inseguro.

Andalucía y Madrid suman 15,3 millones de habitantes, casi un tercio de la población española, y su mala gestión nos está saliendo cara.

"La gestión del gobierno de Madrid nos ha dado y nos sigue dando muchos quebraderos de cabeza"

El resto de comunidades en general, salvo Euskadi pero cuyo peso demográfico es muy menor, están haciendo grandes esfuerzos. El gobierno gallego, del PP, es un modelo de buena actuación, como lo pueda ser el valenciano, el asturiano, y también el extremeño, y se le ve incómodo a Feijoo tratando de no salirse del discurso montaraz de sus compañeros.

España a duras penas intenta acercarse a la incidencia de 100 puntos, estaba en 112 el jueves. En los últimos 15 días ha mejorado ese índice en 14 puntos, pero Alemania e Italia lo han hecho cinco veces más y Francia ocho veces; Reino Unido lo ha empeorado en 51 puntos, y Portugal en 19 aunque siguen 40 puntos por debajo de España, una tendencia pese a la cual afloja ahora la mano en hostelería para que abran más tarde, pero no a las dos, sino las doce.

Allá vamos con esta escalada española que esperemos salga bien gracias a la vacuna.

*Periodista