Pasado lo peor de los indultos, que era la protesta del domingo en Colón, urge que el Gobierno los dé. Por ejemplo, por la humillación de los catalanes ajenos o aun contrarios al independentismo, en torno a la mitad. O por la ofensa de quienes trabajaron para impedirlo, de las fuerzas de seguridad a los jueces. Se trata de no alargar gratuitamente lo que puede solucionarse de golpe, en días.

No hacen falta más explicaciones de la vicepresidenta Calvo, unas veces la concordia y otras la necesidad de diálogo. Tampoco las reflexiones del presidente, que ha pedido magnanimidad, una petición perfectamente lógica después de decir que lo opuesto al indulto es la venganza. No hacen falta. Como tampoco hace falta la incertidumbre de creer que los indultos se están estudiando porque se consideran razonables, todavía.

Lo del domingo fue la culminación de las protestas, o sea, su apogeo y su final. Después de eso, solo queda aceptarlos. La cita en Colón no pretendía ingenuamente cambiar la decisión del Gobierno, sino hacerle saber que hay ciudadanos que no son magnánimos. Ahora que lo sabe, su obligación es agilizar el procedimiento para que los Procesados dejen de serlo, más allá de que mueran siendo los Procesados, honor y gloria. ¿Quién comprendería problemas técnicos o burocráticos? Incluso la Justicia puede espabilarse: no por sí misma, sino por el ministro.

"Lo peor de los indultos fue la pataleta ciudadana del domingo que el Gobierno debía encajar"

Conocida la decisión, retrasar los indultos (o el indulto del independentismo, como dice Savater) solo tiene sentido si se espera que se salga de nuevo a la calle a gritar que no habrá arrepentimiento y que volverán a hacerlo, como se sabe. O si el asunto se considera tan importante que debe ser resuelto sin molestar, o sea, sin publicidad, calladamente. Es decir, yendo lo uno por lo otro: porque aguardar el momento propicio para resolverlo (¿acaso el verano?) implica más tiempo para incomodidades y protestas, pudiendo evitarse.

Lo peor de los indultos fue la pataleta ciudadana del domingo, que el Gobierno debía encajar democráticamente. Una vez encajada, ¿a qué esperar? No hay necesidad de alargar las críticas, el cabreo, los razonamientos y la impotencia.

Los indultados, al menos, no lo entienden.

*Funcionario