El problema es que coges, al azar, cualquier sesión de control de los últimos dos o tres años y son perfectamente intercambiables. Con los mismos protagonistas, Sánchez y Casado, sólo hemos visto jugar al ataque. Trifulcas antes que debate. Una estrategia sostenida que harán pensando a través de los Ivanes de cada lado, que les «garantizan» no sabemos bien qué, pero les condiciona frente a posibles consensos. Con la escasísima (y casi obligada) excepción del primer estado de alarma de la pandemia, la descalificación y el tono brusco deja poco margen.

Será cosa de la polarización, pero es algo inédito. Sus predecesores, como Aznar y Zapatero, encontraron su hueco para la brega en la arena parlamentaria (y electoral), pero lograron consensos como el pacto antiterrorismo. Rajoy, fiel a su leyenda, no era de los que proactivamente buscaba pactos, pero era muy de quitar importancia y rebajar tensiones. Como cuando agradeció el apoyo (bifronte, como es usual en él) de Sánchez en el asunto separatista.

Claro que las formas también importan y es complicado fiarte de alguien como Sánchez: marrullero y malencarado en sede parlamentaria y al que no le importa defender algo y lo contrario, sin que las circunstancias se hayan realmente modificado. Esa es la verdadera cuestión.

Porque la legitimidad del gobierno para decretar los indultos está fuera de toda duda. Como, torpezas aparte, lo está el papel del Rey en su acto debido en caso de que tenga que firmarla decisión del ejecutivo. La monarquía parlamentaria tiene estas aristas: la figura real es permanente y ocupa siempre lugar principal en la vida política; y lo hace desde una esquina de exquisita neutralidad. Si el gobierno acuerda los indultos, el Rey firmará. Ese es el proceso constitucional.

Y, por supuesto, cabe la discusión de si estos indultos pueden tener utilidad para rebajar la escalada secesionista y recuperar la vía puramente política y bilateral. Que pasaría por un nuevo Estatut. En ese sentido se ha pronunciado el presidente de los empresarios, Garamendi, que no ha dudado en expresar que “si llevan a normalizar las cosas, bienvenidos sean». Toda la maquinaria gubernamental, habitualmente sorda a las reclamaciones empresariales, ha aplaudido las declaraciones como una forma de adhesión. Pasando por alto, eso sí, el condicional.

¿Entendería la sociedad española estos indultos si permitieran recuperar seny? ¿Lo asumirían los afectados directos, incluidas las empresas huidas, los catalanes que se han mudado por el irrespirable ambiente, la mitad de los catalanes no secesionistas ni aún nacionalistas? Pudiera ser, es un avance social. Ocurre que no hemos visto ningún signo en ese sentido de los condenados, que sabían de antemano que asaltaban la legalidad vigente.

"Bajo el pretexto de un ‘derecho a decidir’, inexistente en derecho internacional, se oculta una táctica en la que apropiarse de la sociedad catalana"

Una simple rebaja de la tensión (mejor en la calle, pero incluso institucional) sería bienvenida, pero tampoco tenemos ninguna, no ya garantía, sino muestra de que va a ser así. Los antecedentes de “cesión” o permisividad con el furor separatista no son benévolos. Han entendido cada paso dado, cada mano tendida, como tierra conquistada y muestra de debilidad. Bajo el pretexto de un “derecho a decidir”, inexistente en derecho internacional, se oculta una táctica en la que apropiarse de una sociedad catalana que, aún hoy y afortunadamente, sigue siendo plural. Una forma de hacer ajeno todo lo español.

Y así todo el asunto termina en un gobierno que piensa en sí mismo. No hay ninguna motivación distinta de la que había cuando Sánchez se declaraba contrario, más que el cumplimiento de la propia agenda. La reforma del delito de sedición y los indultos, legales, repito, parecen una hoja de ruta. Con todo el cinismo del que fue capaz, el propio Sánchez reconocía frente a Casado que a su partido no le daban golpes de estado ni se producían referéndums ilegales. Claro, porque ya has pactado con ellos contra lo que decías defender. Olvidando, que es infinitamente peor, que fue el estado entero, en una sucesión de gobiernos socialistas y populares, el que ayudó a arrinconar al terrorismo independentista en Euskadi.

Ni siquiera se inmuta el sanchismo en el rechazo transversal que provoca estos indultos desmotivados en sus propios votantes en el resto del país. Quizás sea esa la fortaleza de Pedro, que no le importa llamar al diálogo porque él carece de la inocencia de quien no sabe que habla con un escorpión. Aquí hay ranas que ni sospechan.

*Abogado, experto en finanzas