Esta semana se ha cumplido el ecuador de la legislatura, dos años atípicos en los que es difícil hacer una valoración de la gestión del gobierno local presidido por Luis Salaya porque la pandemia de coronavirus lo ha condicionado todo, y además no ha acabado. En estos dos años no se ha producido nada novedoso que invite a pensar que todo va a ir a mejor para Cáceres, aunque sí han aparecido proyectos que ilusionan. Tal vez no tocaba porque bastante con que la ciudad no se deteriorase todavía más. Por ahora lo que hay es continuismo y unas condiciones peores por la crisis causada por la pandemia.

Sí se puede decir a favor de su gestión que ha conseguido sacar los dos presupuestos, que es la norma más importante que debe aprobar cada año el ayuntamiento. Es todo un logro para un gobierno en minoría. Aunque le ha ayudado que Podemos no puede quedarse fuera de juego y es mejor sumar sus iniciativas a un pacto con el gobierno socialista, y también que el edil no adscrito Teófilo Amores, que se presentó con las siglas de Vox, no va a dificultar la labor de gobierno siempre que las decisiones que se tomen estén en la normalidad.

Cáceres lleva tiempo varada, es una más de las muchas capitales de provincia de tamaño medio de la península Ibérica. El anuncio esta semana de que se construirá un centro comercial, que se sumará al del Ruta de la Plata, es algo menor. Que se promueva un complejo budista es algo que saldrá o no saldrá; de hacerse, no resta, pero tampoco sumará mucho.

En estos dos años de mandato se ha alejado un poco más el proyecto de la mina. Era tanto el destrozo y tan poca la rentabilidad a medio y largo plazo, que la mina no es futuro para Cáceres, el barco podría haber vuelto a salir al mar, pero en treinta años no solo estaría otra vez varado, sino además hundido dentro de un agujero que se lo tragaría casi todo.

De todo lo que se ha anunciado y se ha hablado en estos dos años hay dos actuaciones que invitan al optimismo. Una tendría que ejecutarse, aparece en el presupuesto del Estado, aunque esto tampoco es una garantía total. Se trata de la construcción de un centro de investigación para el almacenamiento de la energía. Aislado vale para poco, pero si alrededor del mismo se genera actividad económica, pues será una salida nueva complementaria a la que ya ofrece el turismo y la administración (que sigue y seguirá siendo la principal fuente de empleo).

La otra actuación es el desarrollo de suelo industrial en Cáceres con un nuevo ecopolígono que, apoyándose en la futura oferta del municipio en producción de energía a un precio barato, atraiga actividad e iniciativas;en definitiva, empleo. Habrá que confiar en que pueda ser un nuevo foco de desarrollo, aunque sea a medio o largo plazo. Si sale este ecopolígono, o se ponen los cimientos para hacerlo realidad, la legislatura habrá merecido la pena, sino habrá sido más de lo mismo.

El desarrollo de este ecopolígono es necesario porque de las peores noticias que se han podido escuchar en los últimos meses en la ciudad es que los promotores de una fábrica de cátodos, vinculada al proyecto de la fábrica de baterías que está anunciada para Badajoz, no contemplan su localización en el municipio de Cáceres, al igual que en otros de la provincia, por las dificultades de encontrar localizaciones que cumplieran las necesidades de suelo y de potencia que requiere su proyecto.