Reina de Madrid es un título más señero en determinados círculos de la Villa y Corte que Reina de España. O son jerarquías intercambiables, en el peor de los casos. Tras el exilio interior de Sofía de Grecia, por mucho que insista en que «no soy la Reina Madre ni la Reina Emérita, soy la Reina Sofía», tampoco Letizia Ortiz ha superado el listón que la confina al rango de maniquí en la que se escruta cada vestido como si fuera su ideología. No es una novedad consignar que el auténtico trono de la capital está ocupado hoy por Isabel Díaz Ayuso.

Pese a su elevación coronada, nadie esperaba que Ayuso lanzara un desafío intempestivo al Rey, comprometido como si no tuviera suficientes problemas por el triple interrogante de una presidenta provincial. De no mediar la espontaneidad expresiva de la recién renovada, su triple interrogatorio adquiriría ribetes hegelianos. «¿Cuál será el papel del Rey? ¿Firmará los indultos? ¿Le harán cómplice?».

Antes de sumarse al rebaño inmune a Ayuso, que prefiere escandalizarse a analizar, las tres incógnitas están muy medidas. Va muy poco de «¿Cuál será el papel del Rey?» a «¿Cuál es el papel del Rey?» en presente, un mero cambio del tiempo verbal cuestiona los siete años enteros que hoy se cumplen de Felipe VI como ocupante principal de La Zarzuela. Ayuso alimenta la duda, más allá de la posición regia frente al procés. Curiosamente, la presidenta madrileña se beneficia de la precariedad actual de la monarquía, gracias en parte a la labor de su archienemigo Pedro Sánchez.

Los presidentes del Gobierno y de Madrid coinciden lo suficiente para levantar sospechas sobre su teórico antagonismo. El segundo interrogante de Ayuso se introduce en el suspense. «¿Firmará los indultos?» es una pregunta retórica. Ni siquiera Ayuso ignora que el Jefe de Estado está obligado a suscribir las propuestas legales allanadas por los poderes democráticos. Al avanzar la respuesta afirmativa, la Reina de Madrid despierta la curiosidad de su público, por no hablar de la estupefacción que se le adivinaba a Pablo Casado por debajo de la mascarilla, en cuanto la cuestión fue planteada por primera vez el domingo de Colón.

Planteamiento, nudo y desenlace, porque el tercer acto fundamental en todos los guiones cinematográficos no solo mantendrá la tensión dramática. «¿Le harán cómplice» justificaría una carrera en los escenarios. Los juristas comentan con alivio que al menos libera a Felipe VI del rango de autor de los indultos, pero un Rey no puede aceptar el papel subordinado ni en la ignominia que sustenta toda la obra de Ayuso. La complicidad es una humillación adicional para el monarca, pero la concentración en este término no debe oscurecer la poderosa construcción verbal. «Le harán», así que la presidenta madrileña succiona la autonomía de la jefatura del Estado para convertir en un títere a su depositario.

En un pequeño interín malévolo, cabe imaginar la virulenta reacción del PP si los tres interrogantes diseccionados hubieran sido formulados por un dirigente de Podemos, a cuenta de la firma regia de alguna resolución de cariz conservador. Pero en política todo puede empeorar, y el trauma nacional provocado por Ayuso se debe a una evidencia, a que tiene razón en la verdad nuclear que esboza. Por la vía de los hechos, el argumento es impecable. Felipe VI firmará físicamente los indultos, por mucho que se intente relativizar dicha rúbrica.

Todos los catedráticos de Derecho Constitucional y la mayoría de epidemiólogos han coincidido en diagnosticar la locura insolvente de Ayuso, en una ensalada semántica de la que se desprende que el Jefe de Estado solo habla o firma por sí mismo cuando así lo deciden quienes se sienten favorecidos por sus intenciones. Verbigracia, los gremios citados no anularon el discurso de Felipe VI el dos de octubre de 2017 contra los votantes en el referéndum catalán, aunque se pronunció en contra de la voluntad expresa del entonces presidente del Gobierno.

"De nuevo, Ayuso se dirige a los ciudadanos que no son catedráticos de Derecho Constitucional"

Sobre todo, el magma de los eruditos olvida que Ayuso se dirige a los ciudadanos que no son doctores en leyes, y que la han convertido en la política más votada de España. Se descalifica «un comentario de barra de bar», a pesar de que los profesionales de esa ubicación castiza también desfilan por las urnas. La constatación de que el Rey firmará los indultos puede conllevar una simplificación, pero no se aparta ni un milímetro de la secuencia factual. Y ahora que el perdón a los políticos catalanes presos ha adquirido un matiz atractivo para sectores impensados, tal vez los catedráticos se corregirán señalando que Felipe VI estará encantado de coincidir a través de su firma con los españoles más distinguidos.

*Periodista