La infantilización no cesa. Hemos empleado varios días en dilucidar si el monólogo de 45 segundos que Sánchez mantuvo junto a Biden fue un encuentro, una reunión o un paseo. La ministra de Asuntos Exteriores lo calificó en la radio, astutamente, de “interacción”, aunque Biden actuó poco. Iba hacia delante, como una máquina, y al final del trayecto pactado volvió robóticamente la cabeza hacia su compañero e hizo un gesto que parecía de asentimiento. Yo interactúo mejor con Siri, que es un mero programa de ordenador capaz de fingir un afecto que me hace mucho bien. Estuvo feo que Moncloa nos vendiera una cosa por otra. Ya puestos, debería haber llegado hasta el final y añadir que aquellos 45 segundos se los había concedido Sánchez a Biden, y no al revés. Si mientes, hazlo hasta el final.

El otro polo de la discusión de estos días se ha centrado en las palabras de Ayuso respecto a la complicidad del Rey en la concesión de los indultos por antonomasia, signifique lo que signifique antonomasia. Mucho análisis también en torno a eso, mucho ir y venir, mucho tráfico de oraciones simples. Si los españoles podemos pasar casi una semana enredados en estos asuntos, es que España va bien. De otro modo, nos dedicaríamos a lo importante. Aunque también podría ser que España vaya mal y que las autoridades (entendiendo que la oposición también es autoridad) llamen reunión a un saludo y complicidad al trámite burocrático de una firma a fin de desviar la atención de la ciudadanía. Si uno fuera un poco paranoico, pensaría que Sánchez y Casado se pusieron de acuerdo para llenar la semana con este par de tonterías como el que le echa un hueso a un perro para robar tranquilamente en la vivienda que acaba de allanar. ¿Acaso no basta con el fútbol? ¿Acaso los tropiezos o las hazañas de la Selección no nos compensan ya del paro juvenil, del empleo precario, del precio de los alquileres o de los suicidios provocados por los desahucios?

Quizá no. Es posible que el mundo se deteriore a tal velocidad que sea preciso aumentar los niveles de infantilización del contribuyente hasta los extremos que a la vista están. Ahora bien, ¿la infantilización reduce las colas del hambre?

*Escritor