Quería hacer un texto luminoso y alegre sobre la llegada del verano, los amores estivales y los días largos al sol, pero este domingo se ha empeñado en ponerse gris y lluvioso y así no hay manera, con lo que voy a cerrar los ojos y me marcho volando a otro sitio.

Eso se me da bien, estar sin estar; muchas veces salgo de mí y me voy lejos, sin rumbo, a la orilla de una playa, a una biblioteca que aún no conozco, o a Roma, mirando embobada la cúpula del Panteón.

Es útil, no crean. Las colas del supermercado o las esperas en las consultas se hacen más amenas. Y la mascarilla ha facilitado que la sonrisa sea un privilegio interior, así que cuando preguntan quién da la vez suele ser otra persona la que me señala a mí, que estoy en Machu Picchu observando rituales prehispánicos. Asiento y sigo a lo mío.

Está chaladura me vino muy bien durante la carrera, aunque imagino que es extrapolable a casi cualquier enseñanza: te sentabas en las primeras filas, con cara de concentración, parecías atenta a cada palabra del profesor de turno, pero te escapabas por la ventana detrás del primer gorrión que pasaba. Si eres capaz de añadir pequeños gestos de asentimiento cada cierto tiempo, el trampantojo es perfecto.

Entiéndanme bien: era Sevilla, con su radiante presencia a mis veintinada, y yo en un aula conteniendo mis ganas de primavera.

No siempre es así, que también soy capaz de mantener una conversación como una persona civilizada, seguir su desarrollo con normalidad, aunque de pronto un vínculo concreto hace clic en mi cabeza y doy tres saltos de campana mentales.

Asociar ideas todo el rato no resulta cómodo, lo confieso. Algunas veces es un constante ejercicio de seguir la línea recta, sin desvíos que te lleven de una botella de agua abierta hasta la construcción de las pirámides y su alineación con las estrellas. Porque si me lo propongo soy capaz de explicar el salto paso a paso, pero para qué.

Casi mejor les cuento que este verano habrá miles de personas enamorándose, que algunos darán su primer beso, que nada sustituye a la sensación de piel con piel y que es una pena que ya nadie vaya a guardar arras de amor en una caja de lata.

*Periodista