La Selección Española de Fútbol se ha pegado un tiro en el pie al mostrar en las redes sociales un vídeo en el que se ve a los jugadores saliendo del hotel en Sevilla para disputar el partido contra Polonia. En su cuenta de Twitter resaltaban que “la selección sale del hotel rodeada del cariño de los aficionados sevillanos”. Cierto: los aficionados se mostraron afectuosos, pero si el vídeo se ha hecho viral no es por el afecto de la afición, sino por el desprecio que manifiestan los jugadores cuando caminan hacia el autobús, muchos de los cuales ni siquiera dedican una mirada a quienes se han tomado la molestia de ir a animarles. 

«Niñatos», «maleducados» o «engreídos» son algunos de los adjetivos más usados para definir a estos privilegiados. Si tenemos en cuenta que poco después España consumaría el empate contra un equipo menor como el de Polonia, se entenderá el descontento. El riesgo de que hoy miércoles nuestro equipo pierda y, por tanto, quede eliminado es una posibilidad que no deberíamos descartar. 

Pero no hagamos drama antes de tiempo: ganar a Eslovaquia es factible. A los jugadores no se les ha olvidado jugar de un día para otro. Lo que veo más complicado es restablecer una conexión sana con la afición. Estos futbolistas que no levantan la mirada del teléfono móvil para mostrar agradecimiento a quienes les jalean recuerdan tristemente a esa casta política que vive realidades paralelas a las necesidades de los ciudadanos. El desdén y la prepotencia con la que el entrenador, Luis Enrique, trata a la prensa y a los que no son de su cuerda tampoco ayuda. 

Pero ya no hay marcha atrás posible: Luis Rubiales nos endosó a un entrenador levantisco, reñido con medio país y consigo mismo, y eso no tiene solución. Por su parte, esos dioses de medio pelo en pantalones cortos ya han demostrado que saben empatar y despreciar. Es hora de demostrar que también saben ganar.

*Escritor