La pasada Feria del Libro de Cáceres la autopublicación se convirtió en polémica al no permitir la presentación a los autores que han elegido este formato para sus creaciones. Me sorprendió, y me dejo pensando, porque la misma propuesta salió en el grupo de evaluación de la Feria del Libro de Mérida, realizada también por el sector de las librerías. 

Como persona que escribe y no gana dinero con ello, pero tampoco paga a nadie por la publicación de sus libros, debo confesar que nunca había dado mayor importancia a esta cuestión. Pero la polémica me ha abierto los ojos a una realidad y a un conflicto de intereses que quizás en algún momento de mi vida «me toque». 

Soy enfermizamente fan de Don Benito, un autor que logró vivir de su talento para escribir, y que siendo como era un perfeccionista de la ortografía, después de su primera novela rehusó la ayuda de los editores cercanos porque quería tener el control total de sus escritos. Pero eso no lo enemistó con las librerías, sus principales aliadas para hacer llegar su obra al gran público. 

A veces puede suceder que alguien comience autoeditándose, como lo hizo la inglesa Beatrix Potter, que rechazo tras ser rechazada por las editoriales, arriesgó su dinero y haciendo todo el trabajo, como le gustaba a Galdós, publicó su libro “El cuento de Pedro el conejo”, tras el éxito abrumador, las editoriales llamaron a su puerta. 

Les he puesto dos ejemplos inversos desde el punto de vista de quien escribe, aunque hay miles. Como lectora me pareció dolorosa la falta de las autopublicaciones en las presentaciones de Cáceres porque la Feria se denomina “del libro” y ese título no habla de cómo el libro ha llegado a ser un objeto a nuestro alcance, si no que nos habla de la creatividad, del deseo de comunicar, de hacer pensar y lograr que la sociedad avance, de entretener o de sacar fuera los demonios internos para descubrir que son demonios compartidos. 

En estos tiempos de negocios emergentes que involucran la creatividad, de apoyo social a la cultura como un valor indispensable (al menos en el discurso) censurar a alguien por no haber usado una editorial es difícil de comprender para quienes no hacemos del libro nuestro negocio sino nuestra pasión. Sin olvidar la cuestión del género, que sigue haciendo que a las mujeres les sea más difícil publicar. Según el Instituto de la Mujer en los premios literarios la paridad queda lejos, un 70 por ciento para los hombres y 30 por ciento para las mujeres. 

Escribir es un acto creativo, pero publicar es un acto económico, y la cultura se mueve siempre entre esos dos ejes. En este mar de dudas, lo único que a mi que queda claro es que este año Galdós no habría venido a Cáceres a presentar sus novelas, ni Dickens habría traído su ‘Cuento de Navidad’, ni habría podido estar el ‘Ulysses” de Joyce, ni por supuesto Ramón del Valle-Inclán. 

Carmen Ibarlucea 

Escritora y narradora oral. Cáceres