De vez en cuando Garzón, el ministro, para aparentar que hace algo, saca a pasear su palabrería, no sé si ideológica u oportunista, y así demostrar en redes sociales su irracionalidad. El último disparate ha sido culpar a la carne, y por extensión a la ganadería, de todos los males del planeta: el cambio climático o la falta de agua, según él, son culpa del ganado.

No es el primero. Estamos siendo testigos de cómo en los últimos tiempos aparecen estrategias por parte del gobierno de Sánchez -como la de España 2050- e informaciones sesgadas que atacan directamente a la ganadería, favoreciendo así intereses empresariales que están invirtiendo en otro tipo de productos que pretenden sustituirla; cambiando lo natural y los productos de calidad, como son nuestras carnes, por productos sintéticos hechos en laboratorio, poniendo en riesgo la sostenibilidad económica del sector ganadero y del territorio rural.

Ha durado poco el agradecimiento al sector agrario por haber abastecido a la población de alimentos en esta crisis sanitaria. Se olvidaron ya de los reconocimientos y los aplausos para atacar al eslabón más débil, porque los afectos del gobierno están en otros intereses. Y lo hacen culpando al ganado del cambio climático, cuando es el sector económico que menos contamina, frente al del transporte o a la generación de energía.

Esto es muy grave porque somos una región eminentemente ganadera; 52.000 familias extremeñas viven directamente de este sector. En un territorio como el nuestro, con gran parte de su superficie protegida medioambientalmente, las opciones de desarrollo económico se ven muy limitadas y la ganadería es una actividad tradicional compatible con esa protección. Además, se desarrolla en el único hábitat que es sumidero de carbono: la superficie forestal, de cultivo y de pastos. Y este beneficio ambiental a toda la sociedad hay que recordarlo. En nuestro caso, hay más de 500 árboles por cada extremeño, por lo que la labor de nuestra región es indiscutible como elemento de lucha contra el cambio climático.

En definitiva, la carne forma parte de la Dieta Mediterránea; sus aportes nutritivos están fuera de discusión y está claro que la ganadería no es responsable del cambio climático, pero va camino de convertirse en una víctima política de él. Por eso, el pasado mes de junio, el PP propuso a la Asamblea de Extremadura que condenara los ataques del gobierno de Sánchez a la ganadería, protegiendo a un sector económico tan importante, a los 52.000 ganaderos extremeños y a sus familias y a la Dieta Mediterránea, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Al PSOE y a Unidas por Extremadura les pareció estrambótica, un invento, y votaron en contra. Ahora es el propio ministro comunista de Consumo el que ha venido a dar la razón al PP extremeño.

*Ingeniero Técnico Agrícola y diputada regional del PP