Lo he estado pensando y a estas alturas, si tan claro lo tienes, deberías hacerlo. Me parece ya innecesario que estés ahí, dando vueltas, amagando y amenazando como un matón, en vez de lanzarte y ya.

Podría decirte que nunca me habían hecho tanto daño, pero no sería cierto. No dejas indiferente a nadie, es cierto, pero acabas siendo más una molestia que un verdadero dolor, y como además no discriminas víctimas, todos sabemos que en algún momento nos convertiremos en la siguiente, que si por ti fuera nadie estaría a salvo.

He probado todos los medios para deshacerme de ti, pero no hay modo. Vuelves, sobre todo en medio de la noche, cuando más confiada estoy, y consigues mantenerme despierta pendiente de ti. No hace daño quien quiere sino quien puede, y justo en poder has puesto todo tu empeño. 

Ambos sabemos que eres una nadería, un ser insignificante, poca cosa, y sin embargo en muchas ocasiones eres la única razón de no conciliar el sueño. Pensaba que cambiar de destino haría que perdieras mi rastro, pero al final siempre acabas encontrándome.

Sí: tu presencia me altera durante todo el año, pero es en estos días cuando te vuelves especialmente presente, como esa pesadilla que se repite verano tras verano.

Ahora que dicen que vamos a comer menos carne y que el consumo de animales estará mal visto, no sé si tienes pensado replantear tu estrategia y volverte compasivo, aunque imagino no está en tu naturaleza vivir una existencia no dedicada a ser molesto para todos los demás.

Yo sólo sé que has dejado marcado mi cuerpo y mi tranquilidad, y que esto ya sólo puede solucionarse con medidas extremas, porque es o tú o yo. Así que he puesto redecillas en todas las ventanas y un enchufe bien potente que te va a dejar tieso en cuanto te asomes. Esta noche cuando aparezcas pienso acabar contigo, maldito.

*Periodista