Hace algún tiempo, escribí por aquí sobre la moda de ir con los tobillos al aire. Y, en las últimas semanas, me he dado cuenta de que esa extendida costumbre ha empezado un imparable declive para dejar paso a otra nueva, que afecta también a tobillos y pantorrillas. Si difícil de comprender era eso de que la chavalería fuese con los pantalones rabicortos y los tobillos al viento en pleno invierno, tampoco es sencillo comprender eso de que el personal se ponga calcetines de estilo deportivo, subidos hasta la pantorrilla, cuando más aprieta el calor. Pero ya se sabe que en cuestiones de vestuario, a veces, la lógica no encuentra resquicios para asentarse. Esto es algo que quienes anteponen la comodidad al lucimiento nunca acaban de entender, porque no les entra en la cabeza que alguien vaya a disgusto o padeciendo por usar una prenda o elemento de vestuario que embellece o estiliza. 

Cualquiera que observe con un mínimo de curiosidad la evolución de la moda y las modas sabe que las tendencias van y vienen, y que siempre se acaba volviendo a llevar lo que hace décadas ya se llevaba. Hay gente que afirma que todo está inventado. Y no sé si llevan razón. Pero, a menudo, lo parece. Porque la creatividad se abre paso ahora apoyándose, si acaso, en los matices. Frecuentemente, los diseños tienen su origen en épocas remotas. Y la clave del éxito está en amoldarlos a la actualidad, en conseguir que conecten con las nuevas generaciones revisándolos, adaptándolos, pero sin desnaturalizarlos tanto como para que presenten algo verdaderamente nuevo y distinto. Al final, uno se da cuenta de que la modernidad de hoy tiene más que ver con la coexistencia de estilos que con el nacimiento de algo verdaderamente novedoso. Hay espacio para casi todo. Es verdad que esto también depende del contexto. Porque en según que sitios todavía se sigue mirando raro al que va por libre. Pero cualquiera que tenga la suficiente personalidad puede hacerle una peineta al mundo y vestir del modo en que le plazca. Gracias a los mercados online, se pueden comprar prendas de todos los tipos, materiales, orígenes, calidades, precios, etc. Y lo único que hace falta es algo de criterio y decisión para conjugarlas para estar a gusto con uno mismo, o para lucir tan bello, elegante o extravagante como cada cual desee. La experiencia nos dicta que no hay que juzgar al prójimo con demasiada dureza por su vestuario. Porque los catetos de hoy serán los modernos de mañana. 

*Diplomado en Magisterio