Una jueza, en su cuenta privada de Twitter, cuestiona algo tan controvertido como el estado social previo al inicio de nuestra (lejana) guerra civil como un detonante de la misma, y ya se convierte el estado de la justicia en un debate público. Así estamos en este 2021. De anécdota a categoría general. Del ruido a la furia.

Más allá de su opinión sobre el conflicto (que tiene el mismo valor que su opinión o la mía a efectos de rigor histórico. Escasísimo), se pone en la picota su ideología. Aún más: que esa ideología, que ha quedado a juicio de muchos expuesta en el tuit, demuestra, uno, que ella ejerce su profesión de forma tendenciosa, y dos, que la mayoría de los magistrados son conservadores.

No es en absoluto casualidad, incluso si debemos considerar el enfrentamiento tuitero (un oxímoron ya) como lo que es: una banalidad, una tormenta en vaso de agua. Hay una estrategia detrás. La izquierda desarrolla dos líneas de opinión lanzando nebulosas sombras frente al estamento judicial que tienen el riesgo de que, bajo intereses particulares, se genere una peligrosa desconfianza en la institución. La primera, que la profesión de juez es elitista. Un “mantra" que desde Unidas Podemos no han tenido problema en airear y agitar públicamente. Un prejuicio que se base en una construcción “legendaria” de la justicia en España. Y como toda leyenda, tiene su parte de mito y su parte de realidad. Que es usada hábil y convenientemente para imprimir la leyenda.

Por supuesto que hay familias que tradicionalmente se han dedicado a la función pública desde la judicatura. Es consecuencia de lo que se ve en casa. De hecho, ocurre en otras profesiones, como la medicina o el deporte. Y nadie pone el grito en el cielo o acusa. Tampoco es cierto que sea una profesión “elitista”. Su coste comparado con máster y posgrados de los que abundan en España es bajo. Decididamente, una oposición de alto nivel público conlleva un sacrificio y se hace complicado compaginar trabajo y estudios por la exigencia del reto. Que, por cierto, comparten otras oposiciones como Registradores, Notarios o Inspectores fiscales. Donde no se genera debate. No hay limitación de entrada para cualquier licenciado en derecho que pretenda lograr ser juez.

La propia heterogeneidad de los jueces y fiscales, el creciente número femenino entre sus filas y los distintos orígenes sociales de sus miembros (o su retribución, que no es sin duda de las más altas en el funcionariado) desmiente la interesada leyendade una justicia de señores mayores conservadores. De exclusivo club de caballeros. De nepotismo generacional. Eso, directamente, no existe.

La segunda ya la hemos mencionado: los tribunales y sus juzgadores trabajan con sesgos ideológicos. Sería muy inocente pensar que los jueces no tienen ideología personal, o que, como cualquiera de nosotros, no votan ni tienen afinidades políticas. Pero eso no implica que debamos interpretar que aplican justicia con este sesgo en sus decisiones. Las herramientas de decisión de un juez las determina el estado de derecho, nuestro ordenamiento jurídico.

Tampoco podemos obviar que la condición humana siempre se impone o que toda la judicatura está absolutamente completa de virtud. Pues incluso en estos eventuales casos, el abuso de posición por intereses políticos o personales, existen cauces legalmente establecidos para dar respuesta e invalidar la acción corrupta.

Pero es que al hablar de ideología pretender poner el foco en “conservadores”, pretendiendo implícitamente en dar la batalla para que haya más “progresistas”. En realidad, da igual el sesgo de cualquier juez o tribunal, ya que deben aplicar el derecho sin que importe su posicionamiento ideológico. Están sometidos al imperio de la ley. Lo contrario es una perversión democrática.

Ocurre que esto al final es una cortina de humo más: no es ideología sino partidismo. Esta es la verdadera clave del asunto.Todas estas críticas, tácticas, saltan de las decisiones a las personas para crear una confusión y un ánimo en la sociedad contrario a toda la judicatura. Ocurre que no les preocupa realmente que los jueces tengan posición ideológica, sino que tengan la “adecuada”.

¿Y por qué los populares no atacan virulentamente estas invectivas? Porque han sido cooperadores necesarios de un sistema donde no sólo se está cuestionando la separación de poderes sino la intervención de partidos, con manos manchadas de interés, en nuestro sistema judicial. Es una cuestión de control.

*Abogado, experto en finanzas