Cuando surge una polémica lo mejor es enfriarla. De ahí que el calentón de Plácido Domingo haya pasado casi de soslayo. Nadie habla, nadie opina, a otra cosa mariposa. Sólo una escueta nota de la Junta de Extremadura indicando que no se autorizaba la actuación de la Orquesta de Extremadura con el cantante en el teatro romano de Mérida (y el añadido de que a partir de ahora toda actuación sufragada con dinero público deberá llevar a priori el aval del consejo de Gobierno), y unas breves palabras de la consejera de Cultura, Nuria Flores, días después diciendo que se adoptaba la decisión por «una cuestión ética». Pero el asunto tiene más trascendencia de la que parece. Primero porque el concierto sigue adelante aunque con otra orquesta sinfónica que se ha buscado el promotor, y segundo porque, a pesar del gesto, la venta de entradas ni se ha resentido; todo lo contrario, parece haber alimentado la taquilla.

Estos días he tenido un debate conmigo mismo acerca de la conveniencia de la decisión de la Junta de Extremadura y, sobre todo, si debe separarse la persona del arte que representa. No en vano hay quien defiende que una cosa es Plácido Domingo en su esfera personal y otra muy distinta subido a un escenario. Vienen a decir que a lo largo de la historia ha habido sinvergüenzas, abusadores e incluso violadores que luego han sido grandes creadores de cuya obra ha disfrutado toda la humanidad. Hay ejemplos como Picasso, Dalí, Lewis Carol, Neruda o Woody Allen, por citar solo algunos, artistas de distintas esferas que fueron señalados por hechos o sospechas de abusos o vejaciones y no por ello se dejó de admirar.

Sin embargo, considero que esa tesis no vale. Primero porque una cosa es el legado que deja una persona y otra muy diferente un artista en vida que actúa con una orquesta cobrando un caché. Y segundo porque nuestra sociedad es muy distinta a la de hace solo una década y ya no acepta determinados comportamientos que, lo siento, son inherentes a una persona por muy artista que sea. Una sociedad igualitaria y feminista, entendida ésta como aquella que refiere idénticos derechos y privilegios para hombres y mujeres, no puede obviar ni tampoco disculpar ciertas actitudes machistas que en el caso de Plácido Domingo se reflejan en el acoso realizado sobre 27 mujeres a lo largo de dos décadas. El retrato que refleja el cantante ahora no es de víctima, -pareciera en determinados momentos que así se le muestra-; todo lo contrario, es protagonista de unos hechos deleznables que se pretenden obviar o, lo peor, enterrar bajo el argumento de que no han sido juzgados ni condenados.

Es verdad que en un estado democrático debe prevalecer la presunción de inocencia, pero en este caso todas las investigaciones llevadas a cabo en Estados Unidos atestiguan la veracidad de los hechos y no hay que olvidar que el propio Plácido Domingo los reconoció y pidió perdón por el daño que hubiera podido causar. Luego se retractó, es verdad, pero el escándalo le hizo dimitir de todos sus cargos en Los Ángeles y suspender todas sus actuaciones en Estados Unidos hasta que ha vuelto a hacerlo en Europa.

"Hay determinados comportamientos que son inherentes a una persona por muy artista que sea"

Entiendo así la postura del gobierno regional de vetar a la Orquesta de Extremadura en el concierto de Mérida. Considero que se trata de un estamento público cuya tutela le corresponde aunque haya gente que no lo comparta y el promotor, como empresa privada que es, decida seguir adelante sustituyendo los músicos. Lo que no entiendo es por qué se tardó tanto en tomar la decisión (no creo que este concierto se programara de la noche a la mañana) y que los hechos hayan sido utilizados para introducir la coletilla de que, a partir de ahora, el consejo de Gobierno deberá aprobar todas las actuaciones sufragadas con dinero público.

Ganar unas elecciones no es un cheque en blanco para hacer lo que un gobierno quiera y una decisión de esta naturaleza, que atañe a sus electores pero también al resto de la ciudadanía, no debería tomarse a la ligera. Quizás no se haya explicado bien, en cuyo caso sería necesario conocer todos los detalles de una actitud que suena a censura. Pero creo que es mejor que la cultura fluya por los derroteros que quiera. No cojamos un caso puntual como es este de Plácido Domingo para pasarlo ahora todo por el  filtro oportuno. Perderíamos el tiempo y el mundo de la Cultura, con mayúsculas, no lo entendería. Y la ciudadanía tampoco.