Ya sé que la película dice lo contrario, que sé lo que hicimos el último verano, pero da la sensación que el verano más prudente que nos ha permitido llegar a éste con cierta incidencia de contagio del todo optimista, no ha servido para nada, y hemos olvidado lo que hicimos el verano pasado para poder llegar a éste, y parece que como sigamos así muchos podremos decir lo mismo del siguiente, pero por resultados diametralmente distintos.

Da igual que cientos de profesionales de la sanidad alertaran de que era demasiado pronto para lanzar las campanas al vuelo, da igual que países con un cien por cien de vacunados con la dosis completa diera marcha atrás, da igual que la incidencia de hospitalizados y contagios suba cada día, la solución no es legislar para evitar los contagios, es buscar un chivo expiatorio para contentar a todos los sectores y a la ciudadanía en general sin perder votos, y si puede ser ganarlos frente a los que opinan lo contrario, los que ahora piden restricciones, pero ahora conviene que yo las libere, aunque en su día no sólo las restringí, las limité hasta llegar a la libre circulación (por cierto pagando los mismos impuestos de circulación, mantenimiento, servicios, etcétera).

Nuestros chivos expiatorios son nuestros irresponsables jóvenes que están contagiando a todo el mundo mundial porque quieren botellones, fiestas sin restricciones ni distancias ni mascarillas, pero es que alguien les ha dicho que hemos vuelto a la normalidad, que no hay mascarillas, ni restricciones de movilidad y además, que la vacunación en España es un éxito sin precedentes que permite todo lo anterior, pregúntenle a Israel. ¿Qué se imaginaban después de año y media encerrados que iban a hacer?, jóvenes y no tan jóvenes.

Hombre, vamos a ver, la vacunación no evita ni la transmisión ni el contagio, evita que en un tanto por ciento elevado, no sufra con tanta virulencia los síntomas, en su caso, que se ve que ya hay muchos pacientes, incluso fallecidos, con la segunda dosis puesta.

Lo que me parece absolutamente indecente, es que el legislador que legisló, por nuestro bien, por un bien de todos, deje de legislar para derivar dicha responsabilidad, responsabilidad que en su día consideraron propias y en derecho, para que ahora sean de aquellos legisladores menoreslos que sufran las iras de sus legislados. Políticamente será un acierto, éticamente reprochable, pues ni siquiera se les ha dado seguridad jurídica para ello.

Sé lo que no hicimos el último verano y sé lo que se ha hecho éste. Y si quieren culpen a nuestros jóvenes y sus irresponsables actos que haberlos los hay, igual que irresponsables hay en nuestros legisladores, que los hay, aunque algunos sepan disimularlo tan bien que finalmente no sepamos quién hizo qué hace dos años, sólo el último, y si me apuran el siguiente que es año electoral.

*Maestro