Si estuviera pasando en otras regiones lo que ocurre en la nuestra, las calles arderían. A los extremeños no se nos ocurre hacer el troglodita de esa manera. Afortunadamente, somos más civilizados que muchos de esos otros que se las dan de cosmopolitas mientras reivindican su cutre aldeanismo. Nuestro nulo gusto por la destrucción de aquello que es de todos quizá tenga que ver, también, con que por aquí no sobra la guita.

En otros territorios están acostumbrados a que corra el dinero y a que los impuestos de todos los españoles sostengan su desenfreno despilfarrador, sus caprichos de niños ricos y sus descabelladas ideas. Ahora bien, entre salir a prenderle fuego a los contenedores o a tirar adoquines a la policía y permanecer petrificados, cuasi catalépticos, mientras gobiernos y grandes corporaciones se ríen de nosotros y esquilman nuestra tierra, hay un término medio.

El conformismo, del que hacemos gala como región, ha despertado en mí una sensación de tristeza en no pocas ocasiones. Pero uno ve ya tantas cosas que no puede por menos que pasar del hastío y la desesperanza al cabreo. Porque es todo tan burdo, y se está actuando con tanta impudicia, que resulta difícil soportar semejante chaparrón sin decir “esta boca es mía”.

Mientras tanto, quienes deberían estar velando por su tierra y por sus gentes, comparten mesa, mantel, inauguraciones, y sabe Dios cuántas cosas más, con los que vienen a nutrir sus ya pingües beneficios sangrándonos, esterilizando y anulando para el cultivo grandes extensiones de tierra a cambio de un miserable alquiler, succionando la savia de nuestro medio natural y secando hasta nuestros pozos, pantanos y embalses.

Si vinieran a crear empleo duradero, a hacer crecer el tejido productivo de nuestra comunidad autónoma, o a instalar industrias necesarias para el desarrollo de sus negocios, se entendería el hecho de que la Administración extendiera una alfombra roja a su llegada. Pero, cuando es ya una evidencia que vienen a exprimir la gallina de los huevos de oro, invirtiendo lo menos posible, creando apenas un puñado de puestos de trabajo temporales y precarios, e incluso poniendo en riesgo el suministro de agua de algunos pueblos, no se entiende que no haya una respuesta inmediata y contundente por parte de nuestros gobernantes. O faltan el liderazgo y la valentía, o sobran los oscuros intereses, los señoritingos y sus arrimados. Porque esta abulia no es normal. 

* Diplomado en Magisterio