La verdad que escuchar a Pedro Sánchez diciendo este jueves en Navalmoral de la Mata que el año que viene, quizás por estas fechas, la alta velocidad llegará a Extremadura provoca cierto sonrojo a la vez que incredulidad. Y no es que el presidente del Gobierno resulte poco creíble, es que son ya tantas las veces y tantos los años diciendo nuestros dirigentes «el año que viene» que los extremeños hemos dejado de creérnoslo. De todas formas -y para no llevarnos a engaño-, no será un AVE ni alta velocidad como nos dicen, sino un tren rápido que circulará por la vía del AVE. Y además no llegará a Madrid como algunos podrían creer al no estar bien informados, será entre Plasencia y Badajoz, que es el último compromiso alcanzado, aunque, todo hay que decirlo, era para este año y no para el que viene si bien se aplazó convenientemente cuando se comprobó que avanzaban los meses y el ritmo de las obras no era el adecuado.

Ejerzo la profesión de periodista en Extremadura desde 1994, hace 27 años, y desde entonces vengo oyendo compromisos ferroviarios con esta tierra. Incluso antes, cuando estudiaba en Madrid la carrera y tenía que sufrir los trenes tartana para ir y venir a casa. Ya entonces se decía «el año que viene» o en tal fecha o aquella otra habrá un tren en condiciones, pero nunca llegó a materializarse nada para desgracia de todos y desesperación de los que hacíamos aquellos trayectos hartitos de traqueteo y con velocidades de risa.

Fue en 2003 cuando creí que ya no había vuelta atrás e iba a ser real que esta región tuviera AVE. Tras la cumbre hispano-portuguesa de Figueira da Foz, entre Aznar y Durão Barroso, se fijó el trazado de alta velocidad Madrid-Lisboa por Extremadura con hasta 30 convoyes diarios entre las idas y las vueltas, un chollo de comunicación con ambas capitales ibéricas. Entonces ya se dijo que en 2010 sería real como la vida misma que en 2 horas y media te podrías plantar en Madrid, un sueño que después Sócrates y Zapatero ratificaron en la cumbre de Badajoz de 2006. Luego llegaría la crisis de 2008, el abandono del proyecto por parte de Portugal pero no así de España dos años más tarde y los sucesivos aplazamientos: primero a 2012, luego a 2014, más tarde a 2016. Recuerdo que el alcalde de Badajoz del momento, el emblemático Miguel Celdrán, dijo en 2009: «con que esté el AVE en 2016 me doy con un canto en los dientes, porque yo no lo veo». Qué razón tenía, cinco años más tarde seguimos en «el año que viene» y desgraciadamente él no lo verá porque falleció en enero de este año. 

"El Oeste extremeño en el mapa de España es como el lejano oeste americano, blanco luminoso y sin rayas"

El AVE es una reivindicación extremeña justa. Y aunque ahora llevamos un tiempo sin averías importantes en nuestros trenes convencionales y se han renovado vías antiguas del siglo XIX, se ha construido un taller de trenes en Badajoz y se han puesto en circulación locomotoras y convoyes algo más modernos, no estamos al nivel de otros territorios ni por asomo: ellos militan en primera división y nosotros en regional preferente. Es tan simple como echarle un ojo al mapa ferroviario de la alta velocidad española: el oeste extremeño es el lejano oeste americano del siglo XIX, un blanco luminoso y sin rayas. Debería darle vergüenza a todo gobernante que se precie de hablar de la España común y la solidaridad interterritorial.

Creo que la paciencia extremeña se colmó cuando se decidió salir a la calle en 2017 en Madrid y en 2018 en Cáceres con sendas manifestaciones. Claro que en aquel tiempo las averías eran constantes y las imágenes de los viajeros tirados en medio del campo indignaban a cualquiera. Ahora cunde una cierta desidia, la pandemia ha echado a un lado otras preocupaciones, pero considero que ha llegado el momento de decir eso de «hasta aquí hemos llegado». No caben más aplazamientos. Al fin y al cabo es perfectamente ejecutable el trazado prometido de Plasencia a Badajoz y nos estamos conformando con un tren rápido, nada de AVE.

Ya otro día hablaremos y pediremos cuentas del AVE de verdad y del tramo entre Navalmoral de la Mata y Madrid, que por no haber no existe ni estudio informativo. Si es que la desvergüenza no tiene fin.